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  • salva-robles

“PATRICK MELROSE” (miniserie, 5 episodios)



Brutal. Directa al estómago. Narra la tragedia de un ser humano herido en su más tierna infancia y sus consecuencias en la etapa adulta. Que nadie se asuste tras visionar el primer capítulo: la serie no sólo se va a quedar en ese histrionismo (necesario y pertinente que el espectador va a terminar comprendiendo) psicotrónico, espeluznante, de ritmo y situaciones vertiginosas en las que vemos a un personaje autodestruirse de manera inmisericorde. Luego, en los sucesivos capítulos llegarán los estupendos flashbacks que nos harán comprender la funesta herida de donde parte todo.

Es una gran serie. Personajes, trama, modos narrativos elegidos (mixtura de géneros que va desde la comedia hasta la tragedia decimonónica siglo XXI -no existe, pero me lo invento-, pasando por el culebrón familiar y el retrato generacional fuera de convenciones), producción cuidadísima y actores descomunales consiguen un portento narrativo de televisión de alto voltaje.

No nos quedemos en la superficie de lo que cuenta (que además nos lo han contado millones de veces): seamos pacientes y misericordiosos con lo que sucede, porque esto no es un telefilme de sábado por la tarde en Antena 3. Aquí dentro hay unas intenciones claras (muy serias y, sobre todo, muy respetuosas con lo que cuenta) de profundizar, de mostrar y de denunciar el tema central que trata. Como pocas veces se ha hecho. Y hay, y es lo mejor sin duda, un modo de contarlo acorde -y nada pretencioso- a la psique de un ser humano herido injustamente de por vida. Esa cámara, que sigue con nervio y empatía al personaje central en sus altibajos emocionales, llega a calar y emocionar sin jugar nunca con la manipulación (y que era lo fácil, pero no). Y el resultado es un retrato del ser humano tan feroz y cruel como eficaz y valiente. Y ahí estamos todos.

Y un comentario aparte merece Benedict Cumberbatch: este actorazo impresionante se luce en cada fotograma. Roza lo histriónico, pero su personaje lo requiere. Es uno de esos trabajos extenuantes en los que un actor, sin duda, se deja literalmente la piel (e imagino que no sale de él indemne, como tampoco el espectador que se deja atrapar por un personaje que tiene tanto de cualquiera de nosotros).

Bravo.

Posdata: y no he hablado nada de esa crítica desalmada a la clase pudiente. Porque los ricos también lloran.

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