AÑO: 2018
PÁGINAS: 212
GÉNERO: novela
Este es el Millás que reverencio. Tal cual. Y así de rotundo.
¿Por qué?
1) Porque vuelve a ser ese novelista inteligente, sabio y tan agudo como original de sus mejores logros. Esta historia sólo la puede contar él con esa manera -única- tan particular, en la que lo cotidiano y lo extraordinario se dan la mano para caminar juntos por cada página. La acción narrativa va “in crescendo” a un ritmo vertiginoso de situaciones más kafkianas que nunca (incluida la transformación o metamorfosis del personaje central).
2) Porque se ha inventado un personaje (Lucía) que es de lo mejor que ha parido su pluma. Una Quijote montada a lomos de su taxi por las calles de Madrid. Una Quijote-destroyer, quasi zombi, un espectro de mujer en pos de la justicia mientras busca el amor ilusionado (tan Bovary también; sin botines, pero con la ópera “Turandot” de Puccini como calzado que la sostiene). Y dentro (rodeando a Lucía) hay una amalgama de personajes secundarios extraordinaria (que entran y salen del taxi como si vivieran en el castillo de los duques cervantinos), y que terminan siendo un retrato fidedigno de la gilipollez hipócrita, insana y mezquina de este tremendo siglo XXI que nos protagoniza a todos. Aquí, en este retrato veraz y lúcido del nosotros, encontramos al Millás comprometido, tremendamente crítico y nada condescendiente con la realidad presente.
3) Porque vuelve a mezclar, como ningún escritor vivo, la metaficción (impresionante ese capítulo 5 de la segunda parte en el que el lector vuelve a leer lo mismo que ha leído hasta entonces, pero con una vuelta de tuerca escalofriante), la prosa lírica, la novela idealista o hasta de ciencia ficción y la novela psicológica con una fluidez y naturalidad insuperables (la novela se devora con una lectura amena y sencilla sobre la que luego caen las mantos de significados variados y profundos que te van llegando en cuanto la acabas y cierras el libro). La prosa millasiana en estado puro: desdoblamientos del yo, ironía, y mucho, muchísimo, humor (hay páginas donde la carcajada es inevitable, catártica, divertida y -es Millás, no lo olvidemos- turbadora).
4) Porque Millás cuando hila bien y pespuntea todos los mecanismos de la narración con su gracia habitual en una historia redonda en todos los aspectos, alcanza la maestría de esos escritores únicos e irrepetibles, inimitables e inconfundibles.
Chapeau. ¡Qué gustazo!
Otro para la saca