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“BABYGIRL” (EE.UU., 2024), de Halina Rejin

salva-robles



 

El cine americano no cambia. ¿Para qué, si todas las jugadas les salen rentables económicamente y luego repiten la fórmula hasta la saciedad? ¿Se acuerdan ustedes -sí, los que ya tenemos una edad, snif snif- de aquellos thrillers llamados eróticos de los 80 y 90 del siglo pasado? Hubo unos cuantos y fueron taquillazos enormes.

Pues nada, Hollywood los resucita con esta “BABYGIRL”. Ahí tenemos a una protagonista rica, con un casoplón que ya quisiéramos, ejecutiva eficiente y de éxito, matrimonio perfecto y dos hijas estupendamente modernas. Pero la señora no tiene orgasmos con el marido. Ay. Y entonces llega a sus oficinas un chico becario super joven y altísimo y, por supuesto, muyyyyyyy guapo. Y pumba, ya la tenemos liada: la señora descubre que le gusta que la dominen, añadamos a todo el tema del consentimiento y ya tenemos película controvertida, valiente y, por qué no, ultramoderna por posicionarse ante realidades que están muy presentes.

El resultado: una película de Antena 3 de sábado por la tarde que se disfraza de pretensiones a tutiplén y que, sobre todo, desmerece el inmenso talento de una Nicole Kidman que aquí está (y hablo muy en serio) mejor que casi nunca: es otro papel extraordinario en su ya dilatada e impactante carrera cinematográfica. La película se deja ver y se disfruta porque ella lo da todo y nos regala un personaje extremadamente ambiguo y sola, por sí misma, sale airosa de un envite nada cómodo. Otra cosa es mirarla y comprobar lo que el bisturí ha hecho con sus, por desgracia, ya olvidadas y hermosísimas facciones.

Lo dicho: una película que camina hacia lo improbable y que pretende ser provocadora, mientras se pierde en una puesta en escena banal y demasiado esterilizada y hasta torpe. Su tema central nunca ahonda y muerde poco o nada donde debería. Así, toda ella es un constante quiero y no puedo, aunque me he creído (en la cabeza de guionista y directora) que esto es super irreverente y transgresor.

Posdata: los personajes masculinos, sobre todo el de Antonio Banderas como esposo, producen vergüenza ajena de mal diseñados que están: terriblemente planos.

Pues eso: mucha parafernalia publicitaria que te vende la cosa como un thriller sexual y depravadamente erótico. Y lo que te encuentras es un lacio (y muy blando) delirium de erotismo para catequistas ultraconservadores.

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