Varias cosas convierten esta película de un debutante (al que se le nota talento a raudales) en una obra de arte notable, por momentos casi rozando el sobresaliente. La historia muy bien podría estar sacada de una noticia de la página de sucesos (desconozco si realmente ha sido así); en este sentido, cine social que muestra un retrato de gente ignorada y anónima. Primer acierto, porque Coimbra como director sabe captar la vida cotidiana de unos seres mediocres que pululan perdidos en sus frustraciones. Y para contrarrestar ese lugar perdido que no encuentran, los personajes se lanzan al terremoto de las relaciones sentimentales clandestinas o prohibidas. Segundo acierto: para mostrar esto, la cámara se demora en los primeros planos de los actores porque son las personas las que interesan, las que sostienen todo el entramado.
Pero lo mejor, sin duda alguna, es el juego de géneros con el que la película nos manipula de manera muy inteligente a los espectadores: todo comienza como un thriller, donde el suspense y la incertidumbre parecen empaparlo todo y, casi sin que te des cuenta (todo es en este filme algo que no lo parecía en principio) la trama gira hacia una historia de adulterio donde los monstruos que todos tenemos dentro (la mayoría de nosotros los tenemos dormidos, menos mal) se encargan de enloquecernos. Es entonces cuando la perversidad, la fuerza del sexo o la crueldad toman el camino más execrable, espeluznante y devastador. Y las consecuencias las pagan, cómo no, quienes no debían o quienes menos se lo merecían.
La estructura en flashbacks, algunos de ellos mentirosos aposta para perturbar más y mejor al espectador, la dirección de actores (las dos protagonistas están magníficas) y el uso metafórico de algunos planos son también enormes aciertos que tapan de alguna manera ciertas decisiones argumentales que chirrían bastante (sobre todo, la manera forzada y poco creíble con la que se inicia la relación –extraña e inquietante– entre los personajes de la esposa y la amante).
Posdata: película puñetazo. ¡¡Y menuda Caperucita!! Es mi resumen.
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