Varias cosas convierten esta película en una tediosa apuesta cinematográfica:
su duración, que la condena a la reiteración y a un estiramiento de muchas escenas hasta fines innecesarios;
un guion bastante tramposo y lleno de trucos demasiado manidos para el espectador que ha visto muchas películas; y, por si fuera poco, hay demasiadas inverosimilitudes.
el tratamiento de los personajes (todos): una galería de clichés y de seres planos y tan unidimensionales como fingidos;
su grandilocuencia: se ha invertido mucho dinero y esto se nota en su empaquetado visual, que es bastante notable y, sin embargo, todo lo que rodea a ese empaquetado no es más que desear como resultado una película más grande que la vida y nos encontramos una obra absolutamente excesiva y eso supone como efecto un producto enlatado, encorsetado en su propia trampa pomposa y enfática;
un final que se alarga hasta la extenuación con giros de tuerca a cual más supuestamente retorcido y que juega (mal) a unas ambigüedades, tergiversaciones y rodeos que acaban desesperando a un espectador molesto y aburrido mortalmente;
los diálogos aparecen impostados, siempre intentando crear la frase ostentosa y solemne, pero todo acaba siendo aparatoso y teatral.
A su favor, digamos que la película tiene:
La imitación de cierto cine clásico y esto, visualmente, entra por los ojos de un espectador que agradece los homenajes y las consideraciones cinéfilas.
El grupo de actores: el director se ha rodeado de un conjunto de intérpretes que ha demostrado sobradamente su genio en muchas otras producciones, Bárbara Lennie y Eduard Fernández a la cabeza. Ella tiene magnetismo, él una presencia y una voz torrenciales. El problema no es de ellos, es de la escritura de sus personajes, que son meras caricaturas estereotipadas.
Bueno, el resultado de todo lo anterior es que me he encontrado una película que entretiene a ratos, que se disfruta en algunas escenas y que olvidaré pronto. Una decepción, realmente, porque tenía altas expectativas y muchísimas ganas de verla.