
Hay algo mágico en esta película: su organización física, su envoltura. Se percibe a un director tomando decisiones previas o sobre el rodaje mismo y con cada una de esas decisiones la película crece en ese tipo de belleza visual premeditada para encandilar y dejar grata huella. Sí, esta nueva versión (libre) del “Drácula” de Bram Stoker (disfrazada de remake del “Nosferatu” de Murnau) es inolvidable por su belleza plástica, por la contundencia de una pantalla que vomita atmósfera intensísima y poesía hipnóticamente lúgubre y tétrica. Hay un esfuerzo artístico enorme detrás en todos sus aspectos técnicos para regalarnos a los espectadores una experiencia cinematográfica imperecedera y las intenciones logran su propósito con creces: Eggers ha parido una hermosa y fascinadora película y que tiene dentro uno de los crescendos más memorables del cine de los últimos años.
Pero a esta hermosa, sin duda alguna, película le pongo algunas tachas, alguna sombra, que impide que sea una obra maestra incontestable:
· El manierismo de Eggers (ya demostrado en películas suyas como “El faro”), es tan excesivo en muchos tramos que puede llegar a saturarme. Aquí sucede a ratos, no siempre, y se lo acabo perdonando porque asisto boquiabierto a un espectáculo visual morrocotudo.
· El trazado de muchos de los personajes (basados en una novela sublime y tan completa y redonda que apabulla) es demasiado plano (un ejemplo: el que interpreta Willem Dafoe) y esto les resta profundidad y, en algunos casos, comprensión, pues el espectador no logra entrar en ellos y percibe algo así como desavenencias en la trama central.
· Si realizas una nueva versión o un remake (esta película hace las dos cosas al mismo tiempo), ¿no deberías aportar algo diferente o nuevo? Mi impresión es que Eggers ha sido demasiado conformista y se sube al tren de lo que funcionó en las dos mejores versiones que se han hecho de la novela (la de Murnau y la de Coppola -con todos sus peros, que los tiene-) y copia (sin que lo parezca) un poquito bastante a sus predecesoras.
En fin, la sensación final (muy grata, porque ya he dicho que técnicamente es una película apabullante y hermosa y que me ha encantado ver y que veré en otras ocasiones con toda seguridad) es que en esta ocasión el Eggers artesano se ha visto noqueado ampliamente por el Eggers artista. Aunque ello no haya impedido que el resultado final sea una película notabilísima en la que destacan escenas excelentes (y perdurables) que refuerzan ese legado del que parte, como destaca también su sobresaliente diseño de producción. De esas películas que uno disfruta y graba/memoriza en sus retinas, aunque el subtexto bucee en lo ya conocido y, por tanto, suene a iterativo en lugar de renovado.
CALIFICACIÓN: 8´5
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