“¿DÓNDE ESTÁ MI CUERPO?” (Francia, 2019), de Jérémy Clapin
Es una propuesta de cine de animación (para adultos) que no tiene analogía con ninguna otra película que yo haya visto. Tiene un guion que cuenta una historia extraña y abracadabrante, pues te engancha desde el comienzo. Y aunque habla de temas universales (la búsqueda de la identidad, encontrar el camino vital), lo hace de tal manera que parece que los estamos viendo por primera vez.
Atrapa la historia, sí. Pero también su espectáculo visual: es una película que toma una serie de decisiones extrañas en las que lo original acaba por convertirse en el auténtico protagonista.
Es tierna, dura, fantasmagórica, cómica, dramática…y el relato se ensancha ante tanto subgénero bien hilvanado y mejor resuelto, porque, aunque parte de una idea extrañísima (una mano amputada emprende un viaje en busca de su cuerpo), todo lo que viene después no es más (ni menos) que contar la vida. Con magia, con imaginación, con una profundidad que cala en el espectador, que la contempla atónito, embriagado y acaba agradecido por encontrarse una película atípica y tan hermosa.
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“BUÑUEL EN EL LABERINTO DE LAS TORTUGAS” (España, 2019), de Salvador Simó Busom
Con una destreza de animación llana y bastante sencilla y con dibujos de colores nítidos, la película (de hermosa factura en la que brilla una estupenda banda sonora) guioniza la novela gráfica de Fermín Solís, que ya buceaba en varios temas, no sólo en hacer un retrato de un Buñuel muy concreto. La película narra diversas cosas y su entramado se enriquece por tocar esa variedad de significancias. Se centra en un rodaje (el que llevó a cabo Buñuel y tres amigos al crear “LAS HURDES, TIERRA SIN PAN”), pero, al mismo tiempo nos retrata la personalidad (nada positiva) de un artista sublime, no obstante, tan humano como cualquier ser humano, con sus claros y sus oscuros, aquí más oscuros que de lo otro y con muchos fantasmas a cuestas. Añadamos la radiografía de una época y su cultura, la invocación de un mito en esa etapa artística trascendental de principios del siglo XX (esa Edad de Plata como la titulan muchos), la metaficción y la realidad mezcladas y el homenaje a una figura que no ha trascendido tanto como Buñuel: la de su amigo Ramón Acín, que puso el dinero para que el cineasta pudiera llevar a cabo el rodaje de su obra en un momento en el que nadie se atrevía a apostar por un “tocapelotas antisistema y provocador”.
Es una película bonita, agradable, caudalosa en aportaciones y muy didáctica (todo esto que digo en el mejor de los sentidos). Un homenaje no sólo a Buñuel, sino al cine en general, que demuestra que el cine de animación no debe ser tratado como un hijo bastardo del séptimo arte. Y, encima, está bien contada y realizada cuidando hasta el más mínimo de los detalles.
Se la pienso poner muchas veces a mis alumnos.
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“SEOUL STATION” (Corea del Sur, 2016), de Yeon Sang-ho
El director de la maravillosa (y para mí de culto) película “TREN A BUSAN” había dirigido antes otra en el género de animación que también iba de zombis y pandemia. De hecho, se la podría considerar como una especie de precuela o “calentamiento” para el portento que perpetró después. “SEOUL STATION” es, con sus peros (que los tiene), una radiografía de la sociedad tan aguda (aunque menos elocuente) como la exitosa “PARÁSITOS” y es con lo que me quedo de una película menor en cuanto a realización, pero enorme en su coherencia a la hora de mostrar el encarnizamiento y la ferocidad de una sociedad actual desquiciada, egótica y muy injusta.
No cuenta ni añade nada nuevo a las convenciones del género zombi, pero es una película hábil (mucho) en el manejo del movimiento constante de la trama, en los giros de los personajes y tiene un clímax final sorprendente, demoledor y asfixiante.
El aspecto visual está logrado y la película acaba siendo muchísimo más perniciosa que “TREN A BUSAN” y su salvajismo y desesperanza terminan por empapar un relato tan oscuro como insolente.