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"AGUA SALADA", de Charles Simmons


AÑO: 1998

PÁGINAS: 168

GÉNERO: novela


Siempre que me llega un libro de estos y la vida me regala la posibilidad de leerlo, yo soy feliz, inmensamente feliz. Como lector, busco libros así de vez en cuando. Este en concreto llegó a mí por casualidad, de sopetón, sin haber escuchado nada de él ni de su autor. Así que he sido aún más feliz por la sorpresa que me ha regalado mi constante buceo entre las lejas de las librerías o en los confines de los múltiples escaparates de internet.

La novela empieza así: “En el verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó”. En esa frase inicial está resumido, con toda la intención, el mundo narrativo que se nos va a describir. El narrador (luego hablaremos de esta voz en primera persona) nos sitúa en un lugar veraniego, marítimo (una bahía) y, por tanto, soleado y luminoso. La prosa de Simmons es también así: sencilla, resplandeciente, directa, muy radiante y hasta agradable de leer. No se desarma en aderezos o aliños literarios que importunen a la modestia de su veracidad y naturalismo. Se devora (yo la leí en una sola tarde). Sin embargo, su atractivo mayor no radica sólo en esa pulcritud. El lector pasa las páginas y pronto se percata de que debajo hay penetración psicológica, la mirada de un observador pasmoso y extraordinario que, finalmente, acaba siendo sutil, perceptivo y colmado de sensibilidad a la hora de describir los meandros de las emociones, pensamientos y agitaciones internas de todos los personajes. Y el resultado es un retrato descomunal del amor en todas sus vertientes (primer amor, amor platónico, amor matrimonial, amor negado, amor-pasión, amor con celos…). Todos ellos suman (como discrepancia y oposición) para regalarnos una historia con muchos lazos y emociones que no sólo se detienen en la (aparente) historia central entre el protagonista Michael y la chica de la que se enamora (Zina), sino (y sobre todo) en describir las relaciones tan ambiguas de los adultos que los rodean y que acabarán salpicando a todos y, en mayor medida, al narrador protagonista.

Michael (el protagonista y narrador) podría ser un hermano gemelo del Holden Caulfield de “El guardián entre el centeno”. De hecho, Salinger ha estado todo el rato en mi mente mientras leía “Agua salada”. Salvando las distancias, por supuesto, son dos novelas parejas que narran sin tapujos la adolescencia y la sexualidad tal y como son. Y ambos narradores nos cuentan los hechos revelando sus indiscutibles naturalezas. La primera persona de “Agua salada” consigue, además, sortear la peligrosa orilla de la caída en el sentimentalismo chabacano y logra emocionarnos a través de la belleza de su franqueza (esa primera persona es un adulto que recuerda su pasado). Qué gran personaje es este Michael recordado por el adulto en el que se convierte después de los hechos narrados. Y que personajes secundarios más ricos lo acompañan en este verano (metáfora perfecta de transición) en el que el joven de 15 años recibirá su ambigua e idiosincrásica educación sentimental.

Charles Simmons nos regala una novela bellísima que tiene el carácter, el brillo y los aromas de una obra clásica.

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