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DOS NOTABLES NOVELAS DE IAN McEWAN


“CÁSCARA DE NUEZ”, de Ian McEwan

Páginas: 217

Publicación: 2017

Género: novela

 

El insólito narrador de esta, a ratos desternillante y siempre inteligente, novela atrapa desde las primeras líneas. ¿Quién es? Un feto dentro del vientre de su madre (la cáscara de nuez que mencionó Shakespeare en “Hamlet”, creo recordar), que narra como testigo principal todo el armazón narrativo (es, al mismo tiempo, detective, testigo y juez). Sorprende, sí. Es inaudito, también. Pero ya nos contó Billy Wilder magistralmente “EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES” (aquella joya cinematográfica) desde el punto de vista de un muerto. ¿Y por qué no? Es cierto, también, que sólo artistas de la talla de Billy Wilder o de Ian McEwan pueden permitirse estos riesgos narrativos y salir indemnes.

La novela de McEwan es, claro, toda una cabriola-acrobacia experimental que mezcla drama y thriller, comedia y sátira (con el mejor humor inglés a la cabeza). Y le sale redonda la jugada al escritor inglés, que nunca me decepciona. Dentro de “CÁSCARA DE NUEZ” hay personajes muy bien trazados (caricaturas hiperbólicas -o quizá no tanto, ya sabemos: la realidad supera a la ficción SIEMPRE), que parecen sacados de una de las mejores “comedias de situación” británicas, con George y Mildred (Los Roper) a la cabeza, pero en este caso, están más “zumbados” de la cuenta y adolecen de cualquier tipo de moralidad que no sea la de mirarse el ombligo. La casa, único espacio por el que se mueven los personajes, da un tono teatral (en el mejor de los sentidos) asfixiante/opresivo tan asfixiante y opresivo como el que siente el feto-narrador a punto de nacer. Un espacio, la casa, tan nauseabundo como los personajes que la habitan.

La trama, efectivo tour de force de McEwan, da pie al escritor británico para -desde la voz del nonato, que es la propia del autor- exteriorizar un grito de rebeldía contra las inmundicias humanas en las que nos estamos convirtiendo.

Notable novela. Sí, señor.

 

 

“LA LEY DEL MENOR”, de Ian McEwan

AÑO: 2015

PÁGINAS: 216

GÉNERO: novela

Valoración: exuberante inteligencia

 

El realismo directo, seco y sin adornos narrativos de Ian McEwan lo convierte en uno de los escritores actuales más potentes. Me gustan sus historias, pero más me gustan los personajes que las habitan. Con sus novelas me pasa siempre algo curioso: entro en ellas sabiendo que cuando las cierre (una vez acabadas) yo me voy a sentir mejor con el mundo que me rodea porque me ayudan a comprenderlo y hasta me convencen para que deje de juzgar a los demás de la forma en la que yo (in)conscientemente lo hago. Es un escritor que sabe bucear con inteligencia en la psique humana y también sabe pintar (percibo maestría en sus retratos) con palabras a hombres y mujeres reales, es decir, imperfectos, contradictorios, paradójicos, absurdos…, en definitiva: profundamente humanos. En “LA LEY DEL MENOR” hay varios de estos personajes, pero, claro, los dos centrales se llevan la palma: la jueza del Tribunal Superior Fiona Maye y el adolescente (tan maduro para su edad, que asusta), Adam Henry. Y se completa el dueto magnífico con Jack, el marido de la jueza.

Estamos ante una de esas novelas en las que uno como lector se siente tratado con inteligencia. Es más: uno debe hacer un esfuerzo adicional (no por dificultades estilísticas) para reflexionar, a la misma vez que lee, sobre lo que sucede dentro de las páginas. Lo que ocurre en dos planos: en el plano narrativo y en el plano personal (porque la historia te salpica por todas partes). Los personajes que protagonizan la novela están captados en un momento de crisis o instante trascendental de sus vidas y, por ello, Ian McEwan nos hace navegar por trances morales peliagudos, siempre polémicos en la sociedad y de los que todos somos responsables, aunque en la mayor parte de los casos nos lavemos las manos y dejemos el “cotarro” en los que supuestamente deben decidir. ¡Qué difícil ser imparcial, ecuánime y neutral en según qué circunstancias!

La justicia, la fe, la responsabilidad. Pero también el miedo a la vejez, el dolor por el amor, la traición, la culpa o la búsqueda de un sentido a lo que nos ocurre: todos estos temas están en una novela de tono clásico (qué bien suena este adjetivo a veces), depurada, ágil e intensamente intuitiva y perspicaz. La escritura de McEwan sigue manteniéndose arriba, en la cúspide de un autor que está en plenas facultades artísticas.

Ahora, lo peor de todo es que yo me quedo con las ganas (inmensas) de ponerme a hablar y a opinar y a discutir sobre esos temas que aparecen en “LA LEY DEL MENOR”. Lo haría con sumo gusto en una tertulia de un club de lectura, por ejemplo, donde esta novela fuera la protagonista. Pero me la he leído como siempre: en casa, a solas. ¿Y qué hago yo con este apetito, con esta necesidad, de no callarme y ponerme a conversar? Nada. Empezar el siguiente libro. Qué le vamos a hacer.

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