Año: 2005
Páginas: 237
Género: memorias
Edición especial (2019): con ilustraciones de Paula Bonet
El tema de la muerte es un tema tabú (queramos o no reconocerlo). Pocos se atreven a hablarle de tú a tú al vacío, a la pena o al estupor que una muerte repentina de un ser querido nos provoca. Joan Didion lo hace. Se desnuda con una generosidad dolorosa, pero catártica finalmente. Usa la lucidez en el aturdimiento, se agarra a la palabra para sobrevivir a tan dolorosas circunstancias. Y logra un libro hermoso, aunque te sobrecoja página a página. Un libro valiente, que muestra una fortaleza interior asombrosa de su autora y que agradecemos los entregados lectores desde la página 1.
Es un libro glorioso. Hay una entrega absoluta y una generosidad loable en mostrar ese desembolso en un momento de conmoción que la autora autoanaliza palmo a palmo. Usa una estructura muy cinematográfica, con frecuentes flashbacks que logran narrar toda una vida y que sirven para rescatar la memoria o, mejor aún, la consciencia de lo vivido para celebrarlo y constatarlo como algo sucedido. El dolor duele y hay que decirlo y sentirlo.
Didion aparece como personaje en cada página, y esa negación a la pasividad en un momento en el que no parece la protagonista, consigue aún más conexión con la verdad de lo que cuenta y con el lector, que se contagia y comprende (mientras aprende en cada línea de cada página). La autora se atreve incluso a investigar y nos muestra sus indagaciones sobre enfermedades, medicina y médicos que hablan de sus experiencias laborales. Bucea como necesidad de comprender, pero sobre todo contagia su hambre de constatar y creerse la muerte. Y ahí es donde se nos muestra más entrañable y profunda: en ese darse cuenta de querer lo imposible y aceptar la realidad cruel y desalmada, porque como ella dice en un momento memorable del libro: “La vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”. UF.
Posdata: esta edición especial lleva unas ilustraciones de la artista Paula Bonet que son unas auténticas delicias imagen a imagen.