AÑO: 1881
PÁGINAS: 76
GÉNERO: teatro
Obra teatral de alto calado psicológico. Aunque habla como tema central de la hipocresía y las apariencias, la trama se centra en unos personajes que vegetan como pueden con el peso de la sombra de un hombre (marido, padre y mujeriego) que ha dejado tras su muerte un lastre de desgracias que heredan todos los que estaban a su alrededor. Así, el pasado se instala en el presente y convierte a este último en una cloaca putrefacta (muy dañina) de secretos que agarrotan hasta el punto de que los que sobreviven lo hacen habiendo renunciado a sus ideales o idolatrando a un ídolo imaginario y falso.
Con la osadía que le caracteriza, poniendo a los espectadores de su tiempo un temerario espejo en el que mirarse, Ibsen hurga en las fracturas morales de los noruegos y los presenta como seres humanos incompetentes a la hora de crear vínculos entre lo público y lo privado. Así la doble moral, o la resignación y el sometimiento de la mujer (temas constantes de su teatro) vuelven a erigirse como grandes protagonistas de una obra teatral que se atreve a hablar de hechos como la sífilis hereditaria, el incesto o el adulterio que se repiten en las generaciones, constatando así que la reduplicación (los “espectros” del título) no es sino el reflejo de un mundo que da vueltas sobre sí mismo y que asfixia y esclaviza al ser humano.
El resultado es una obra magnífica, cuya intensidad y tragedia se masca poco a poco pero irremediablemente, hasta llegar a un clímax final delirante y catastrófico que debió dejar clavados en sus butacas a los espectadores de finales del siglo XIX. Otra joya de Ibsen que yo no había leído todavía. Qué gustazo me acabo de dar.
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