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  • salva-robles

“LA FOTOGRAFÍA”, de Penelope Lively



AÑO: 2003

PÁGINAS: 272

GÉNERO: novela

 

Hay libros que son especiales. Los lees y ya se quedan contigo para siempre. Pero de una manera distinta a lo que sucede con la mayoría de los libros que lees. Y éste, en concreto, ya es un libro especial de ese tipo.

Un hombre encuentra de casualidad una fotografía (que no había visto nunca) de su mujer fallecida 15 años atrás. Esa imagen revela algo que no sabía de su esposa. A partir de este momento, cinco personajes verán modificadas sus vidas cotidianas y, a la misma vez que el lector, irán descubriendo, intuyendo o elucubrando sobre quién fue realmente la fallecida (esposa, hermana, tía, cuñada y conocida de los personajes afectados). Aunque en realidad lo que hacen es desnudarse delante del lector de una manera absolutamente descarnada. Que nadie piense que esto es una novela negra, policíaca o de misterio. Porque no lo es.

Narración de prosa aristocrática –cuánta elegancia en su aparente simplicidad, y qué magnífica traducción se ha hecho en esta edición–: sólo me ha disgustado el primer capítulo, que me descentró y me agobió porque no me enganchaba y hasta me perdí alguna que otra vez entre sus páginas; nada que ver con toda la maravilla que viene después.

Desconocía a la escritora (aunque viene avalada por Julian Barnes que es uno de mis escritores favoritos y esto fue lo que me decidió a comprarme la novela y leerla), y he quedado conquistado no sólo por lo que he dicho hasta aquí, sino también por su matemático dominio en el juego de la multiplicidad de puntos de vista: es una novela perspectivista, en la que los  personajes se convierten en protagonistas cada vez que el narrador-dios les cede los párrafos para que sientan, padezcan, busquen o se muestren tal y como son, con una humanidad tan destapada como, en muchas ocasiones, siniestra y hasta turbadora. Seres humanos de carne y hueso. Y esto, a mí, siempre me llena: los buenos personajes me tienen que remover por dentro. Y esta novela tiene seis. Y digo bien, no me he equivocado al sumar: los cinco afectados por la existencia de la fotografía y la mujer que sale en esa imagen y que ha acalambrado desde siempre la vida de todos los que la rodeaban mientras vivía. Kath, la magnética y bella ausente-presente, es una y a la vez varias mujeres: cada personaje la ha percibido desde la más absoluta de las subjetividades (es inevitable ser subjetivo cuando hablamos de alguien, ¿no?). Y, al mismo tiempo, el lector siente que muchos de ellos no han querido ver, aunque miraran. Y esto le da misterio a toda la cosa: a la narración, a la estructura, a los personajes y a las propias sensaciones que la historia provoca. Quien haya visto clásicos inmortales del cine como “Laura”, “La mujer del cuadro”, “Perversidad” o “Vértigo” sentirán en varias ocasiones que la Kath de la novela de Penelope Lively muy bien podría ser cualquiera de las protagonistas de esas películas.

Y ahora que he acabado, me surge una duda: ¿seguro que no es una novela negra? No, no lo es. Pero quizás lo sea. A veces los subgéneros narrativos también pueden ser multipolares.

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