Año: 2013 (editada en España en 2015)
Páginas: 302
Género: novela
¿Puede una novela parecerse a aquellos clásicos en blanco y negro que Hollywood nos regaló cuando el cine de estudio lograba la inmortalidad casi con cada estreno? David Leavitt (escritor de prosa delicada, elegante y bien edificada) lo ha conseguido.
Lisboa, año 1940. La Alemania de Hitler esclaviza y/o aterroriza –con pasos de gigante– a una Europa todavía perpleja ante lo que está ocurriendo. Los personajes de esta historia se interrelacionan en la capital portuguesa (que se convierte en una suerte de paraíso hospitalario en mitad de la barbarie) mientras esperan un barco que los aleje del Viejo Continente. Hasta aquí llegan los matices de la Historia con mayúsculas. Que nadie espere una novela que se detenga con morosidad en mostrar a modo de documento unos hechos reales y acaecidos. No es la intención del escritor norteamericano, aunque por las páginas hormigueen y fermenten las circunstancias de una realidad que como todos sabemos (o deberíamos saber) fue tremenda.
A Leavitt le gusta más bucear en la psique humana. Sus personajes (memorable el cuarteto protagonista; no tienen desperdicio ninguno de los personajes secundarios) parecen extraídos de las páginas de Scott Fitzgerald, de Sherwood Anderson o hasta de Raymond Chandler. Seres anodinos, pero especiales. Seres corrientes de vidas nada corrientes que arrastran miedos universales, secretos inconfesables y que se relacionan remolcados por las ambigüedades (a modo de supervivencia en unos casos, en otros por una amoralidad perturbadora; todos, en definitiva, subsisten en mitad de esa tela de araña que es siempre la vida).
Es una novela que atrapa, de esas con las que te sientes un agradecido lector y hasta un privilegiado devorador de páginas. No es una obra maestra, pero está escrita por un autor en pleno apogeo de sus facultades narrativas que tiene muy claro de qué quiere hablar y lo hace con una ambición nada disfrazada y que para mí es de agradecer.
Sólo un “pero” a esta historia: el final es precipitado (demasiado precipitado, sin duda alguna); las explicaciones culebroneras –que, quede claro y de manera contundente, no estorban– y el personaje de Julia merecían unas cuantas páginas más. Pues eso: Cary Grant, Errol Flynn, Catherine Hepburn y Barbara Stanwyck han estado un par de días en mi casa.
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