“NOSOTROS” (España, 2025), de Helena Taberna

Una de las novelas españolas que más me han gustado en los últimos 10 años fue “FELIZ FINAL”, de Isaac Rosa (publicada en 2018). Y ahora nos llega su digna versión cinematográfica, que es más que una adaptación, una libre interpretación de la novela y esta creo que es su apuesta más inteligente: inspirarse y no copiar porque hubiera sido prácticamente imposible alcanzar la excelencia de la novela.

La película, como la obra narrativa, empieza por el final: la ruptura de una pareja. Y después, a base de escenas dispersas en el tiempo (muchas de ellas cortadas a bocajarro, pero contundentes en su solidez), y que son saltos temporales constantes, se va reconstruyendo una historia de amor en la que las elipsis se convierten en otro de los grandes protagonistas. Unas elipsis que también son metáfora del orden y del desorden que ocurre en toda relación sentimental. Hay delicadeza, hay una melancolía (como si fuera una melodía constante) que va empapando todas y cada una de las escenas, hay una fotografía y una banda sonora que acompañan magnéticamente a las situaciones que viven los dos protagonistas y que van humedeciendo de una tristeza tenue toda la capa externa de la película. En el fondo, de lo que se habla es de lo que supone amar y de lo que supone, más aún, querer a un ser humano concreto. Así, se tocan temas como el de las ilusiones, las expectativas, los anhelos y, poco a poco, van apareciendo los temas más importantes como son el rencor y la desconfianza.

La película juega con los giros temporales y de ellos surgen esas rugosidades repletas de arañazos que son los que acaban matando una relación de amor que tuvo sus momentos de hermosura. Cada escena es parte de la autopsia a la que está siendo sometida la pareja, de ahí que haya escenas que se ven desde el punto de vista de él y otras desde el punto de vista de ella (algo que ya hacía la novela en capítulos alternos) y, de esta manera, conocemos la tensión emocional y las sensaciones y circunstancias de ambos. Los dos actores protagonistas (María Vázquez y Pablo Molinero) están profundamente conmovedores y nos regalan interpretaciones muy contenidas.

Le pongo un pero a la película: el estilo (que analizado en profundidad regala a la película una atmósfera muy particular) acaba envolviéndolo todo de cierta artificiosidad, de cierto efectismo, que deja al espectador (y pese a la cantidad de emociones que se ven) un tanto frío. Quizá la película es demasiado austera, demasiado templada y, así, el estallido que parece que está siempre a punto de ocurrir, nunca sucede, lo que acaba frustrando un poco a este espectador que yo he sido.