1.- “THE SHOW” (Reino Unido, 2020), de Mitch Jenkins
Hay que verla como lo que es: un cómic travieso que cuenta una historia rara y resuelta deficientemente, pero no importa. Uno se queda con lo juguetón de su propuesta. Soy adicto y adepto a Moore y aunque en esta ocasión no me ha entusiasmado, el rato lo he pasado bien y a veces hasta soltando carcajadas sonoras.
2.- “LAS FLORES DE LA GUERRA” (China, 2011), de Zhang Yimou
Creo que es la única película de Yimou que me faltaba por ver. Vale, está bien hecha, mejor fotografiada y es una superproducción que se nota en todas sus esquinas. Pero el guion, ay el guion, es una solemne tontería repleta de clichés e inverosimilitudes y que narra algo que ya nos han contado mil veces. Mucha forma para tan poco fondo. O un Yimou cambiándose de chaqueta tristemente.
3.- “ADN” (Francia, 2020), de Maïwenn
¿Se puede contar una muerte y posterior entierro de un familiar cercano con humor? Sí, se puede. Y esta película logra carcajadas y risas emotivas. Es íntima y reflexiva, aunque no siempre. Y tiene una primera parte mucho más lograda que el resto de la película que, no obstante, es curiosa en el retrato familiar que logra atrapar dentro de su metraje. Y qué familia, oyes.
4.- “OVEJA SIN PASTOR” (China, 2019), de Sam Quah
Thriller cuya máxima es lograr que la inverosimilitud de lo que cuenta se convierta en suspense que engancha y divierte a partes iguales. Tiene esa “cosa loca” del cine oriental de los últimos años (que imita al genial que proviene de las dos Coreas sin conseguir parecerse a esas cumbres que nos han regalado), pero sin un guion redondo que sabe, no obstante, mezclar crítica social e intriga con cierta gracia. La ves enganchado queriendo saber cuáles son los misterios.
5.- “THE MOST BEAUTIFUL BOY IN THE WORLD” (Suecia, 2021), de Kristina Lindström y Kristian Petri
Es un documental impresionante sobre la vida de Björn Andresen, ese hombre que interpretó en la adolescencia al Tadzio de “MUERTE EN VENECIA”, de Visconti y que fue proclamado como el chico más guapo del planeta en los años 70. Aunque deja de lado parte de la vida del protagonista y se centra en mostrar su presente de manera amable, el documental se ve siempre con un nudo en el estómago ya que atrapa la tristeza de una vida que fue destruida antes de tiempo. La acabas con los ojos vidriosos y el corazón encogido.
6.- “EL HOMBRE HERIDO” (Francia, 1983), de Patrice Chéreau
Recoge como si de un documental se tratara, la vida de un joven que conoce su homosexualidad por casualidad a través de un hombre que lo manipulará y con el que acabará absolutamente obsesionado. Acaba siendo una áspera y durísima película sobre el deseo como estremecimiento y seísmo interior, muy en la línea de “LA LEY DEL DESEO”, de Almodóvar. Merece la pena aunque sólo sea por ver a un jovencísimo (y estupendo) Jean-Hugues Anglade.
7.- “HUMAN FACTORS” (Alemania, 2012), de Ronny Trocker
Película que tiene su principal baza (y su más severo hándicap) en los conceptos filosóficos que intenta plantear imitando el cine de Haneke, pero sin lograr algo que medianamente se le acerque. No obstante, se deja ver porque su fotografía, los actores y su ritmo contemplativo atrapan al espectador que quiere saber cómo se resuelve ese rompecabezas familiar planteado.
8.- “KEEP THE LIGHTS ON” (USA, 2012), de Ira Sachs
Es una película sobre un romance gay que sabe, con inteligencia, saltarse todos los clichés de este tipo de propuestas. La cámara se acerca a las miradas e intenta atrapar el alma del protagonista, pero también el entorno en el que se mueve: casa, amigos…durante los nueve años que dura la relación con su pareja. La tristeza y la melancolía lo van impregnando todo poco a poco y logran que le duela al espectador, que comprende y justifica todos los actos que acaba aguantando el personaje principal.
9.- “EL BAILE DE OTOÑO” (Estonia, 2007), de Veiko Õunpuu
Relato coral de varios personajes que viven en un barrio-dormitorio construido en la época soviética y que es una perfecta metáfora de los sueños incumplidos. Todos los personajes tienen alguna tara sentimental que los aísla y les hace vivir una existencia triste (contada muchas veces en escenas repletas de humor negro), alienada y/o desencantada. Pero siempre buscan el rayito de luz. Repleta de silencios elocuentes, con una fotografía en tonos fríos espectacular y un elenco de actores perfecto, la película nos recuerda ese cine maravilloso de Kaurismäki. Muy buena.
10.- “SORRY WE MISSED YOU” (Reino Unido, 2019), de Ken Loach
Si no conociéramos el cine de Loach esta película nos sonaría a obra maestra. Lo que pasa es que este director ya nos ha contado esta historia de manera magistral otras muchas veces y es cine sabido. No obstante, hay que valorarla como lo que es: cine que narra el presente para desnudarlo y comprenderlo de una manera sobrecogedora. Cine necesario, cine valiente, cine comprometido. Y además nos regala unas interpretaciones soberbias de actores semi o directamente desconocidos, que aportan una naturalidad que todavía da más verismo a la tragedia social que cuenta el guion. Es un cine visceral, incómodo por lo que remueve las conciencias de todos aquellos a los que todavía nos queda un poco de empatía. Y es un cine que a mí me emociona hasta el tuétano.
Yorumlar