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“EL CAUTIVO” (España, 2025), de Alejandro Amenábar

  • salva-robles
  • hace 2 días
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: hace 2 días

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Amenábar triunfó con veintipocos años gracias a su osadía y casi tres décadas después sigue siendo un director temerario e intrépido, sin duda alguna. Su cine nunca se parece de una película a otra. Hay detrás de su obra un autor inquieto, buceador, que no se conforma. Ahora, seis años después de su ya penúltima película, se va a 1575 y se sumerge en los 5 años que Miguel de Cervantes pasó en cautiverio en Argel. Como se sabe muy poco del autor del Quijote, lo que ha decidido Amenábar es inventar los huecos y las lagunas que hay sobre su vida, en concreto sobre esos 5 años de cautiverio. Unos dirán que la intrepidez del director es una chorrada, otros se van a cabrear mucho (qué pereza me va a dar tener que toparme durante unos días la batalla campal que esta película, estoy segurísimo, va a provocar). Yo me quedo con las palabras que dice el filósofo franco-argelino Jacques Derrida: “Lo que no puedes decir, debes escribirlo”. Amenábar quiere debate y discusión y ha optado por la infidelidad a los hechos y no hay duda de que busca la polémica mientras da guantazos indirectos a esa España de la ultraderecha de hoy que ya debe estar preparando los misiles verbales por las redes. Me parece genial que un autor sea libre y busque la controversia: ¿hay algo mejor que el arte para construir discusiones, desacuerdos y/o dialéctica?

Dicho lo cual, ¿qué me ha parecido la película?

Tengo clara una cosa: me he aburrido mucho y en varios tramos. No he visto una película amena, con ritmo o atmósfera que me remueva o trastorne. Y el problema este creo que viene porque su estupendísimo diseño de producción convierte la cosa en algo de cartón piedra, estéticamente acaba siendo, pese a la belleza de todo, demasiado artificial, una amalgama de falsificaciones bonitas de ver, pero inútiles para bucear en el alma de los temas que toca. Así, la película me deja frío casi todo el rato, sobre todo en la segunda mitad cuando se abandona un poco bastante lo que funcionaba bien en la primera parte: ese Cervantes inventor de historias en plan Sherezade, lo de fantasear relatos para soportar mejor la supervivencia, esa necesidad tan humana de fabular para sentirnos más seguros y más vivos. Es en esos tramos donde la película vuela y es hermosa, pero sin emocionar, algo que no le perdono a Amenábar pues siempre que he leído a Cervantes he acabado con los vellos en punta y las agitaciones a flor de piel.

Aunque se ven con agrado las partes que no me han aburrido, la película nunca ahonda en la tragedia íntima o anímica del protagonista o de los personajes secundarios (excepto, quizás, en el interpretado por el magnífico Miguel Rellán, que es, con diferencia, lo mejor: debe ganar el Goya a mejor actor secundario y si no se lo dan, será un robo del quince). Como ocurre en tantas superproducciones americanas, aquí no se alcanza el ímpetu o el ardor que la propia trama demanda. Sí hay mucha lindeza visual, pero también demasiada aventura impostada. Y, al final, lo que supuestamente era subversivo (ese posible Cervantes gay) queda deslavazado, muy lacio, nimio en consistencia dramática.

El grupo de actores no está mal, aunque se notan discordancias en las interpretaciones. Hay un actor que no soporto nunca (pero no lo voy a decir) y aquí me ha resultado aún más insoportable (estoy seguro de que lo van a nominar al Goya y yo me cabrearé de nuevo). El chico protagonista aguanta bien el peso del protagonismo, aunque su pelazo y su dentadura perfecta y blanquísima no cuadre bien con el siglo XVI. En fin.

Lo dicho: me quedo con la osadía de Amenábar y me gusta que siga siendo un autor (no todos los directores lo son, más quisieran) con visión única y diferente, pese a que debiera trabajar más el guion que ha escrito. Es un director con energía visual y sabe gobernar bien a los actores, que no es poco. Y encima, compone bandas sonoras preciosas.

Posdata o remate: lo que ocurre al final con el personaje de Fernando Tejero, tal y como está narrado y visualizado, me parece tan sumamente chabacano, tan previsible y manipulativo, tan de final justiciero para que la platea arranque a aplaudir (algo tan del cine palomitero estadounidense), que he estado a punto de poner una reclamación para que me devolvieran el dinero.

CALIFICACIÓN: 6,5

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