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“555”, de Hélène Gestern
AÑO: 2022
PÁGINAS: 448
GÉNERO: novela
Con esta novela me ha pasado exactamente lo mismo que me pasa con un porcentaje muy elevado de películas americanas cuando las veo. Los americanos son expertos en hacer productos perfectos, no se les escapa ningún detalle para enganchar al espectador, para tenerlo entretenido y embelesado y hasta logran que este tenga expectativas por conocer la resolución del conflicto planteado: de alguna manera, lo seducen y, en muchas ocasiones, lo deslumbran. Hasta son capaces de convertir una historia cliché en una apuesta cinematográfica en la que no decrece nunca el interés dramático. Los creadores de este cine saben a qué público se dirigen, conocen todos los trucos, todas las estratagemas. Es decir, saben engañarnos y nos regalan productos manufacturados en los que parece imposible reprocharles nada. Hasta que, pasado un tiempo, te das cuenta y te dices: he visto una película sin alma, bonita, técnicamente perfecta, pero sin aliento, sin substancia. Y no te importa, porque esas dos horas de cine te han entretenido, hasta puede que te hayan hecho disfrutar y hasta te han mantenido en tensión. No es poco esto en una obra de arte.
Pues con esta novela he sentido lo mismo que con esas películas. No le puedo reprochar (casi) nada. Tiene una trama (que es un mecanismo perfecto de relojería) precisa, que engancha, que crea un interés alucinante, que, incluso, me produce ansiedad por conocer qué está aconteciendo y por qué sucede todo eso y hasta para qué. Logra, también, que me interesen todos los personajes (para mí lo mejor de la novela: son cinco protagonistas con sus aristas y sus secretos, con sus psicologías bien definidas y sus frustraciones bien delineadas); consigue que me importe la parte histórica que es real porque se engarza bien con la parte de ficción de la historia que se nos cuenta (de hecho, he investigado, parando la lectura varias veces, sobre el músico y la música de los que se habla –bendito internet que te permite acceder a casi todo-); y, por último, logra crear una tensión en plan thriller y muy a lo Agatha Christie que pone al lector en la tesitura de averiguar quién es el malo y, por supuesto, el lector no lo averigua por sí mismo sino leyendo y llegando hasta el final (bueno, reconozco que yo lo intuí un poquito antes del final, pero es que yo cuando leo me vuelvo muy listo porque en esto de leer ya soy perro viejo y, además, he sido adicto muchos años a las novelas detectivescas, aunque aquí no haya ningún detective).
La estructura –que se basa en capítulos cortos y que va alternando las cinco voces narrativas de cada uno de los cinco protagonistas y siempre en el mismo orden- me ha encantado: nos regala un perspectivismo muy sugestivo y esa multiplicidad de voces consigue un retrato humano variopinto, además de que permite a la novela jugar con los espacios y hasta con los tiempos. La prosa es sencilla, directa, con cero barroquismo estilístico, con mucho oficio detrás (y mucha investigación bien utilizada luego) y esto hace que la lectura fluya rápida, que el lector nunca encuentre tropiezos y que este pase las páginas agradecido, enganchado y enredado entre los sucesos que se van incrustando, sucediendo o encajando. Lo único que me chirría es la resolución y los motivos que tiene el “malo” para hacer todo lo que ha hecho (me parece todo tan chabacano, tan ramplón que, finalmente, uno se tropieza con un topicazo un poco bastante sonrojante. La elegancia de toda la trama anterior no se merecía unos motivos así de “simples”, triviales y tan gastados ya. Ha sido como estar bebiendo champán francés todo el rato y en la última copa te ponen un vino de tetrabrik. Hombre, pues no).
En fin, uno de esos libros interesantes (su género, el thriller, ya te anticipa lo que vas a encontrarte al leer; y su tema central –la aparición de una partitura desconocida de un músico eminente del pasado- atractivo), que uno lee feliz y entretenidísimo. Uno de esos libros que nunca te arrepientes de haber leído. Uno de esos libros que sabes que vas a regalar a más de un amigo sabiendo que vas a acertar si lo que quieres es entretenerlo y agradarlo. Y si es melómano, pues más y mejor.