(miniserie, 6 episodios)
No es perfecta, pero roza el prodigio de serlo. Y hay varias razones dentro de esta maravilla que la convierten en una de las apuestas televisivas que más me han gustado en mucho tiempo: el tema (una chica de 24 años que padece un extraño TOC -trastorno obsesivo compulsivo- que tiene que ver con el sexo), los guiones (con diálogos siempre al borde de lo absurdo, pero bastante realistas y naturales), un grupo de actores jóvenes encantadores en sus papeles (con una deliciosa protagonista), un formato adictivo (capítulos de no más de 34 minutos que no atosigan nunca y que hasta se te hacen cortos y te dejan con ganas de más) y una mezcla inteligentísima y muy poderosa de comedia y drama que convierte todo lo que cuenta en cotidianas tragedias descritas desde lo absurdo o desde el humor negro o irónico con altas dosis de honestidad que jamás cae en el chiste cómodo o ramplón.
No se corta en ser gráfica, sin entrar nunca en el oportunismo ni cebarse con lo morboso; se apoya en la hilaridad y la acumulación de situaciones (sin atosigar jamás); apuesta por la verosimilitud desde lo paradójico. Y el resultado final es un retrato generacional, por un lado; y por otro, la radiografía del mundo interior de una protagonista que sufre por algo que nadie entiende y que más de uno de nosotros se debería mirar.
En definitiva, la serie plasma con talento y mucha agudeza los estragos psicológicos y hasta psiquiátricos que el mundo globalizado de hoy nos trae como efecto o resultado. Y lo que digo siempre (y esta serie me lo recuerda): la profesión del futuro es la de psicólogo o terapeuta. Al loro.
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