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"LA SANGRE HELADA (The North Water)" (miniserie, 6 episodios)

  • salva-robles
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura
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Realismo verosímil, interpretaciones soberbias, un entorno que ya de por sí es épico en sí mismo (gran parte ha sido rodada en el archipiélago helado de Svalbard, es decir, en el Ártico) y su incuestionable profundidad en el trazado psicológico de los personajes, suman para dar como resultado una miniserie estupenda y que he disfrutado como antaño disfrutaba de ese cine de aventuras de la mejor cosecha que nos llegaba de Hollywood.

El director (Andrew Haigh) ya nos tiene acostumbrados a historias donde los personajes aparecen como seres humanos radiografiados en sus más oscuros y profundos meandros mentales y aquí nos vuelve a regalar un escalofriante retrato sobre nuestra naturaleza más primigenia cuando un hábitat hostil nos saca nuestros más siniestros instintos en eso de la supervivencia.

Así, la trama se presenta siempre con una intensidad que agobia al espectador entregado (ha sido mi caso), tal es su verismo y su ímpetu o violencia. La historia nos sumerge en una aventura turbadora y sobrecogedora en muchos momentos, siempre vibrante o aterradora. Se palpan el frío glacial, el agobio humano, la impotencia o la maldad de los protagonistas que habitan en un dominio que produce monstruos. La miniserie apuesta por un retrato de la masculinidad y de la supervivencia que, realmente, conmociona e inquieta (por mucho que los conozcamos tanto en las ficciones como en la vida real).

Toda la extrañeza que la pantalla nos regala acaba desconcertando y, al mismo tiempo, se contempla la belleza de paisajes helados inhóspitos, salvajes e inhabitados que son también metáfora de los instintos de los personajes (paisajes, insisto, reales: de hecho, se dice que jamás se ha rodado en espacios tan hostiles y todo en busca del realismo más directo y descarnado). La fotografía y el diseño de producción contribuyen, también, a la grandeza de una apuesta televisiva de alto voltaje.

Es cruel, es violenta, es oscura, es amoral y es sucia. Un barco ballenero, marineros enjaulados y desnudados en sus instintos más sombríos y un entorno discrepante y tan hostil como estático e irreversible, van apareciendo por una pantalla que se va llenando de belleza lóbrega, pero belleza. Sí, en muchos momentos, el ritmo es moroso, pero también esa dilación está al servicio de mostrar, con la mayor precisión, una radiografía de un mundo oscuro que se potencia gracias a la destreza de unas imágenes que diseñan un modo de vida pretérito (la historia transcurre en 1859) con un encomio y una elegancia descomunales.

El grupo de actores es una maravilla. Y hay aquí dentro el que yo considero el mejor trabajo actoral de un Colin Farrell gigantesco, un actor que acomete un personaje absolutamente desagradable dotándolo de una complejidad maravillosa y tan oscura como deleznable.


CALIFICACIÓN: 9,5

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