(miniserie, 3 capítulos), de Stephen Frears
La premisa argumental es la siguiente (copio de internet): “A finales de la década de los 60, la homosexualidad acaba de ser despenalizada, y Jeremy Thorpe, el líder del Partido Liberal, tiene un secreto que está desesperado por esconder”. Así que partimos de una historia real que puede ser reconocida por algunos espectadores.
Digamos de entrada que esto es una serie británica y, por tanto, todo está cuidado al más mínimo detalle: un placer visual, claro. Añadamos que la dirige, en su conjunto, Stephen Frears que es uno de los directores ingleses más lúcidos, inteligentes y hábiles en el manejo de las perturbaciones psicológicas de sus personajes y que sabe dotar de ritmo y profundidad todo lo que cuenta. Pongamos también que el tono que adopta la cámara es el de divertir y, de este modo, las situaciones dramáticas (no por menos grotescas) aparecen analizadas con ese humor británico tan único e inimitable. Claro, todo lo narrado parece muy ligero, pero detrás de ese tono, está el ojo alerta de un guionista y de un director capaces de desentrañar capas y más capas de vitriolo, no sólo crítico con la política (que es su principal objetivo), sino también con su capacidad deslumbrante de desnudar al ser humano en la más profunda de sus hipocresías.
No decae nunca el ritmo. Los diálogos brillantes y los personajes ricos completan lo que a mí me parece una de las apuestas televisivas más interesantes y perturbadoras. El ser humano nunca deja de sorprender, es la reflexión última que me queda de todo lo visto.
Y, por último, y no menos fundamental, la serie necesitaba un grupo de actores capaces de entender lo que sus personajes significan. El reparto completo es extraordinario, pero lo que logran Ben Whishaw y, sobre todo, el mejor de todos los posibles Hugh Grant (en el mejor trabajo actoral que yo le he visto) es de PREMIO con mayúsculas.
コメント