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“ABRÁZAME FUERTE” (Francia, 2021), de Mathieu Amalric


Preciosa película que se hace gigante en un juego peligroso entre realidad y ficción mental y en una estructura puzzle que se le podría haber ido de las manos al director. Sin embargo, el montaje, un guion preciso e inteligente que juega con lo emocional desde el minuto uno y una actriz soberbia que soporta todo el peso dramático de la película, logran un pequeño milagro: narrar la psique de una persona. La cámara parece que entra en la conciencia y en las emociones de la protagonista. Pero no puedo contar por qué ni para qué sin hacer spoiler y en esta película no se debe describir lo que sucede realmente una vez que se averigua.

La premisa de partida es: una mujer abandona la casa donde ha vivido con su marido y dos hijos pequeños. A partir de lo que parece una huida (rodada con belleza a espuertas y sensibilidad a borbotones), asistimos a, por un lado, la vida nueva de esa mujer y, por otro, la vida del marido y los hijos que viven tras esa deserción materna.

Lo que tiene muy claro el director (que también ha escrito el guion basándose en una obra teatral) es que no importan los motivos que tenga esa mujer, sino la conexión que parece seguir teniendo con los seres queridos que ha abandonado. Esa conexión tiñe la película de continuas escenas retrospectivas (flashbacks) y también de situaciones donde vemos idas y venidas repentinas hacia el futuro (flashforwards) o igual es que el tiempo ha pasado y los personajes han ido creciendo.

El gran tema de la película es el de la pérdida, pero Amalric se deja de puerilidades basadas en la pena y apuesta por un conmovedor retrato lleno de viveza, de luces en mitad de las sombras. Esos retazos de vida recogidos, de aquí y de allá en la mente de la protagonista, son como un reordenamiento y una remodelación que hacen más soportable esa pérdida que supone su huida. Realidad e imaginación van de la mano en un constante juego emotivo e inquietante (porque el espectador espera, en cualquier momento, conocer los motivos de esa mujer). El director parece haber percibido que lo que realmente nos concreta y limita como seres humanos cuando afrontamos las tragedias vitales no son esas tragedias en sí, sino lo que sucede y viene tras ellas. Pensemos: un hombre se va a por tabaco y ya no vuelve nunca más. ¿Qué sucede detrás de un hecho así? Amalric se detiene no en los motivos, sino en los sucesos que sobrevienen después de los impulsos humanos.

De esta manera, la película es un tour de force emocional apasionante, de una honestidad que hiere y estremece, que impacta y arrebata, que enternece y afecta. Y para ello, tenemos a la actriz principal (una arrebatadora belleza es esta mujer en eso de soportar bajo su mirada e interpretación todo el peso de una película), una descomunal Vicky Krieps (en otro portentoso trabajo antes de protagonizar “LA EMPERATRIZ REBELDE” que he comentado también recientemente en mi blog). La película es ella, es su desgarro, es ese vacío y soledad que muestra en pequeños gestos y miradas, es cómo susurra los diálogos o se queda en silencio pensativa, es el dolor que hay detrás de cada movimiento que realiza como parte del proceso terapéutico de su personaje.

Y tras ese portento de actriz, hay un trabajo de realización en el que la cámara parece entrar en el litigio mental del personaje protagonista y logra una bella película complicada, elegante y exquisita en resultados tanto anímicos como artísticos. ¡Chapeau!

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