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“ALMAS EN PENA DE INISHERIN” (Reino Unido, 2022), de Martin McDonagh


Atentos, esta es una de las grandes películas que se estrenan este año en España, aunque ya lo hizo el año pasado en otros lares y por eso está como finalista en casi todos los premios importantes, aunque los premios importantes muchas veces no tengan en sus listados las películas que más y mejor se lo merecen. Pero en este caso, sí.

¿Y por qué se lo merece o por qué es tan buena? Hay muchas razones, la principal es su riquísimo guion, que es uno de los más completos y profundos (aunque su tono de comedia ligera y esperpéntica parezca ocultarlo) de los últimos años. ¿De qué va este guion? Pues, aunque lo tape porque no lo dice nunca, esta película habla de la depresión de varios personajes, yo diría que de todo un pueblo. Si por depresión entendemos (copio de Google) un trastorno mental caracterizado fundamentalmente por un bajo estado de ánimo y sentimientos de tristeza, asociados a alteraciones del comportamiento, del grado de actividad y del pensamiento (fin de la cita de Google), tenemos que decir que todos los personajes de esta película pasan por un trastorno así, del primero al último, aunque no todos lo vivan de la misma manera ni se enfrenten a él con las mismas formas o estados de ánimo. Con este tema de fondo, sin que lo parezca ni se mencione, la película bucea en las circunstancias mentales y emocionales de sus criaturas y en cómo se enfrentan unos y otros a los estados que los demás les provocan o se inducen ellos a sí mismos o lo que les provoca tener que vivir en Inisherin, que parece un lugar en el que las criaturas que allí habitan acaban empantanadas en una infinita tristeza disfrazada, aunque acaba explotando en todos ellos y en algunos, como muestra la película, con más empeño y pesadez que en otros.

Pero el guion no lo cuenta, aparentemente, como un drama, aunque dramático sea todo lo que empieza a suceder dentro de él. Hablamos de una comedia de una tristeza infinita, tal es el juego ficcional que el magnético y maravilloso guion nos propone. Y el espectador se ríe, se ríe mucho y hasta se sorprende cada dos por tres por esas risas. Hasta que comprende lo que hay detrás de todo ese humor, que no es sino una lista de temas importantes (la soledad del ser humano, la necesidad de escape, la amistad…) que aparecen radiografiados con una fingida ligereza para disfrazar verdades que nos escuecen a todos. Y es ahí cuando a ese espectador risueño se le congela la sonrisa. O comprende que esta película es una obra maestra por su riqueza, porque tiene detalles que respiran meollo, cordura y mucho razonamiento sobre las emociones humanas más básicas. Pero cómo lo hace, ay, cómo nos lo presenta todo: es genial el caudal de una película que acaba por encogernos el corazón y que nos muerde en la conciencia para que la pongamos alerta y no nos despistemos.

Hay un todo espléndido en esta obra: se trata de un grupo de artistas, de cineastas comprometidos con la historia, que nos regalan magia, compromiso y mucha belleza. Hay un retrato heroico de las intimidades emocionales del ser humano, una complicidad estilística en director (también guionista), fotógrafo, diseñador de vestuario, músico o actores que trajinan al alimón para encontrar esperanza en mitad de nuestros horrores internos, sobre todo en esos abatimientos irracionales que a veces nos asaltan y que nos llevan por los recovecos del conflicto. Pero como han construido magia, la tragedia que se mastica aparece en la pantalla en un estado sinfónico de majestuoso estallido emotivo, irónico y repleto de un cinismo cómico y, por tanto, más soportable.

El conjunto de actores se merece un premio gordo: cómo están todos, incluidos los secundarios y hasta los figurantes o los animales que aparecen en la película. Colin Farrell y Brendan Gleeson nunca habían estado mejor y comandan un elenco en extraordinario estado de gracia. El talento acumulado aquí dentro es virtuoso encantamiento, un conjuro artístico entrañable y un trabajo repleto de finura en interpretaciones que se van a convertir en inolvidables.

Y al mando de todo, tenemos a su director que ha alcanzado un legítimo lugar entre los grandes narradores de ahora en el séptimo arte. Suya es la película, suya es la invención y la escritura del guion y suyos son los logros de una creación artística que parece obstinarse (en cada plano, escena o diálogo) en edificar una obra importante e imperecedera. Lo ha conseguido. Con creces.

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