top of page
  • salva-robles

"AMANTES CRIMINALES"



(Francia, 1999), de François Ozon


Muchas veces el cine aúna géneros dispares porque es un arte que puede y sabe jugar con casi todo lo que existe. Traspasar la línea de un género para entrar en otro es algo que se ha venido haciendo desde siempre en todas las artes; y conjugar más de una cosa a la vez puede enriquecer, y mucho, una obra artística cualquiera. Sobre todo, si se sabe hacerlo. También el oficio narrativo ha ido bebiendo de diversas fuentes desde tiempos inmemoriales. Comenzando con la tradición oral, que es el germen de toda invención humana, los cuentos han ido configurándose generación tras generación y son parte ya de nuestra propia personalidad. Cada época se los ha apropiado para descifrarlos con un nuevo sabor.

François Ozon, en “Amantes criminales”, da una nueva y magistral vuelta de tuerca al reinterpretar muy particularmente el popular cuento “Hansel y Gretel”. Para su inquietante y soberbia segunda película, el director francés traspasa los perfiles de lo convencional y mete en una exclusiva coctelera dos mundos enfrentados: el real (sacado de cualquier crónica negra de los periódicos) y el fantástico (que aparece con los símbolos particulares de muchos cuentos de hadas: bosque – infancia – ogro). Y, de paso, se saca de la chistera un homenaje al cine negro de las grandes “femmes fatales”, tipo la Phyllis Dietrichson de “Perdición” (1944) o la Cora Smith de “El cartero siempre llama dos veces” (1946), aunque aquí la “mujer vampiresa” vaya disfrazada de una nada inocente Lolita con la gélida belleza de Bonnie Parker.

Pero “Amantes criminales” atesora aún más cosas dentro. En la coctelera del rebelde e inquieto Ozon tienen cabida los desórdenes sexuales, la antropofagia, el racismo o la pederastia. Todo ello para mostrar un mundo contemporáneo salvaje, sucio y falto de órdenes morales que sean capaces de sostenerlo. Los individuos de este mundo no están capacitados para ubicarse con comodidad en él: son seres con carencias existenciales (pero, sobre todo, mentales) que no consiguen respuestas para las inquietudes del corazón. El director francés lo expresa con una cámara desembarazada de retoricismo psicológico: lo suyo es mostrar de forma directa, a frías cuchilladas, lo que quiere contar. Sin embargo, las imágenes consiguen devolver al subyugado espectador espeluznantes sugerencias alegóricas. Y es ahí donde más atrapa la película y, también, donde más controversias suscita. Parece no haber término medio con ella: o se la ama o se la odia. “Amantes criminales” puede tener tantos defensores como enfurecidos detractores. En cualquier caso, la polémica está servida. Puede que por ello en España tardara más de cuatro años en estrenarse: ninguna distribuidora parecía atreverse con su lanzamiento.

La película francesa es cine libre y adulto, no apta para todos los paladares ni tampoco de recorrido cómodo: transitar el itinerario que nos propone su director no es fácil, pero una vez enganchados a su envolvente mezcla de horror y poesía ya no hay forma de desembarazarse de su asombroso y raro poder de seducción.

17 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
Publicar: Blog2_Post
bottom of page