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"ANOMALISA" (EE.UU., 2015), de Charlie Kaufman y Duke Johnson



Lo digo de entrada: esta película es una maravillosa obra maestra. La gran paradoja de ella es que es toda una paradoja la analices por donde quieras interpretarla o por donde sea que quieras descubrirla o expresarla. Un ejemplo: el protagonista es un motivador profesional que ayuda a la gente y cuanto más la ayuda, más cargante, molesta e insustancial siente su propia vida. Otro ejemplo: su formato es cine de animación, pero el público al que se dirige es el adulto. Y un último ejemplo de singularidad paradójica: toda ella es una amarga genialidad: cine que te destroza y te contagia, cine que te hace sentir mejor sólo por el mero hecho de ver la película, aunque te deje un poso tremendo de desasosiego, malestar y hasta mucho disgusto existencial. Esta película toca donde nos duele. Toda ella es, en realidad, una gigantesca reflexión sobre nuestras tristezas actuales en plena época de la hipercomunicación.

El guion es una obra literaria de altura, de los mejores escritos en los últimos 25 años de historia del cine. Y eso que apuesta por una narración sencilla, pese a que uno de sus creadores es un tal Kaufman que se prodiga mucho en eso de contar con tonalidades y matices surrealistas todas sus historias. ¿Cuál es la línea argumental principal? Un hombre (que metaforiza al individuo contemporáneo) soporta como puede (con unas cuantas toneladas de resignación, abrumadora ausencia de estímulos vitales y cuantiosísima soledad) una existencia en la que no hay cabida para el afecto y la felicidad. Así de triste y así de rotundo es el caminar de esta persona. Y, de pronto, en mitad de ese vacío, conoce a una mujer (Lisa) y ve en ella su tabla de salvación. ¿Cómo sabe él que ella podría ser ese oasis en mitad del desierto? Por la voz. Hasta la aparición de Lisa, todos (absolutamente todos) los personajes de la película tienen la misma voz masculina. Y, entonces, aparece ella, que habla diferente. Son maravillosas, tiernísimas hasta las lágrimas, las escenas en las que ella canta a petición de él. No se puede mostrar mejor ni con tanta simplicidad el enamoramiento instantáneo. Pura magia esas escenas sublimes, tan cargadas de significados y profundidad. Pero, cuidado, esta película no engaña nunca al espectador. No contaré nada más del argumento, sin embargo, el guion es valiente, muy coherente y jamás se descarría de las curvaturas temáticas por las que ha transitado desde su comienzo. Y, pese a lo que digo, la línea argumental es clásica, perturbadoramente directa y natural.

Tanto Lisa como Michael (el protagonista) están delineados psicológicamente con maestría en cuatro trazos y medio. Despiertan una ternura infinita ambos. Entendemos su angustia existencial, que es el gran tema de todo lo que les sitia o asedia, que es el gran tema de una película desconcertante (en el mejor de los sentidos) y extraordinaria en su transparencia y pureza temática. ¿Por qué desconcertante? La técnica de animación por stop-motion puede descolocar al principio, pero el diseño de los muñecos y los movimientos logrados consiguen una naturalidad apabullante, desacostumbrada, aunque muy bien acabada y perfecta en su extrañeza, que alcanzan, además, mayor hondura y son parte de la valía y poso temático de la película. Es decir, los movimientos de las “marionetas” son parte de la zozobra mental y sentimental que soportan los seres humanos que metaforizan los personajes y, por raro que parezca, transmiten verosimilitud, una apariencia definitivamente cercana.

También suma en el poderío de esta apuesta artística: el diseño de los espacios (ese hotel kubrickiano sin miedos acechantes, pero con desasosiego a espuertas); una fotografía de tonos cálidos y muy bergmaniana; la voz de los actores dobladores (hay que verla en versión original para oír a los magnéticos David Thewlis, Jennifer Jason Leigh y Tom Noonan: sus tonalidades vocales tienen mucha importancia pues muestran, también, el vacío y la alienación de las criaturas que interpretan).

Es una obra, finalmente, de una madurez artística desbordante. No sólo por cómo envuelve los temas, sino por la capacidad de dar voz y poner cuerpo a una temática dramática que trata con calado importante la crisis en la madurez y que da visibilidad a preguntas que nos ahogan: qué tipo de vida hemos logrado, cuáles eran nuestras aspiraciones convertidas en frustración y, sobre todo, muestra una cuestión trascendental que es esa sombra que expresa nuestras dudas sobre quiénes somos realmente y para qué hemos venido aquí. El aura de la película está concebida como si todo fuera un susurro hiperrealista, alucinatorio. El espectador entregado cae en ese susurro, que lo empapa y lo encierra en un cúmulo de sensaciones que le dejan un sedimento imperecedero y que es parte del encantamiento o hechizo de las películas inmortales, únicas. Verla te lleva, inevitablemente, a toda una experiencia sintomática y explícita muy emocional. Avisados quedan.

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