(Miniserie, 6 episodios)
Adrenalina, tensión, brío y nervio en un alarde de madurez narrativo-visual el de Sorogoyen, que nos regala un espectáculo televisivo tan bien dirigido como escrito e interpretado. Es lo primero que destaca en esta apuesta televisiva: su energía, su tono, su ritmo (marca de la casa de un director en perpetuo estado de gracia).
Y luego recalquemos la escritura: el guion muestra ciertos estereotipos (aquí necesarios para retratar un universo concreto), pero los dota de capas y más capas de profundidad. Esto lo vemos, sobre todo, en la construcción de los personajes: todos cumplen una función (meros tipos), aunque ni uno deja de parecer un ser humano de carne y hueso: cada cual vive y soporta su propia presión económica, familiar o laboral, es decir, subsisten y resisten como cualquier ser humano común y corriente que sobrelleva un hoy tan extraño, cínico y deslustrado. Añadamos que la profesión que tienen es un encargo que ninguno de nosotros ambicionaría realizar.
Todo lo que ha hecho Rodrigo Sorogoyen habla sin cortapisas del presente. Y esta serie, además de contar una ficción, nos radiografía con veracidad y puntillosa exactitud la catadura moral de nuestro presente. Un hoy representado por la putrefacción y la amoralidad del individuo contemporáneo ahogado en corruptelas, inmoralidades y violencia cotidianas. Es decir, esta querida España nuestra y a ver quién se salva de ella.
Sin duda, el mejor trabajo de Sorogoyen hasta ahora. Guion modélico, montaje preciso, tono thriller con tela de araña incluida (por cómo atrapa al espectador), cámara-nervio que retrata con contundencia las verdades que quiere radiografiar, y una dirección de actores eficacísima y rotundamente conmovedora. Todos están magníficos.
¿La mejor serie española de 2020? Pues no lo sé y hasta quizá me dé igual esta etiqueta. Lo que no voy a obviar es una categórica verdad: que es muy muy muy buena esta jodida y contundente apuesta televisiva.