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“AS BESTAS” (España, 2022), de Rodrigo Sorogoyen

Actualizado: 12 feb 2023


No hay director español ahora mismo que me fascine más que este tipo. Nada de lo que ha rodado me deja indiferente. Es más, me transporta, me conmueve, me remueve y hasta me inquieta hasta los extremos de sentir miedo. Miedo porque me muestra lo que somos y cómo somos y porque me radiografía como pocos hoy esa decadencia moral y ética de la que somos alumnos aventajados por desgracia.

Su cine es potencia pura. Qué ritmo tienen todos sus trabajos, qué montaje más espectacular concede a la unión de las secuencias, qué alarde de narratividad con la cámara, que dice a veces mucho más que los trabajadísimos diálogos de sus personajes. Y qué personajes, por favor. Qué seres humanos más humanos, en lo bueno y en lo malo, son estas criaturas que se inventan él y sus guionistas. Y, por último, qué portentoso trabajo hace siempre con los actores superlativos con los que trabaja y que se unen a la idiosincrasia de su arte con un mimetismo que llega a la maestría. Qué actores tiene esta película: a un trío espectacular, se une una pequeña galería de secundarios desconocidos resplandeciente.

“AS BESTAS” es la mejor película española de 2022. Y es la mejor con diferencia. Por lo menos de todas las que yo he visto y han sido unas cuantas. Es, también, la obra más madura de Sorogoyen, que nos regala una primera secuencia en el bar que ya da tono (tensión pura) al resto de la película. En ella nos habla de temas universales, pero reconducidos hacia la España eterna, esa España negra de sucesos protagonizados en las crónicas de los noticiarios de siempre. Pero lo hace desde un hoy mayúsculo: utiliza el tema de las renovables para hablarnos de familia, xenofobia, animalismo, arribismo y rivalidades, por citar algunos componentes de un guion modélico, virtuoso y excelente. Y en mitad de toda esa oscura tragedia, estallan dos historias de amor bellísimas: la de un matrimonio y la de una madre y una hija. Se puede sacar lírica en mitad del fango.

Es puro thriller localizado en una aldea gallega. Y el paisaje, las tonalidades y las intenciones no pueden estar mejor emparentadas con el género western, el mejor western de siempre. Un western austero, rico en matices presentados con notabilísima y muy sólida narrativa visual. La cámara siempre colocada donde debe, la fotografía regalándonos metáforas del interior de los corazones de los personajes y los diálogos (cuchillos que cortan el aire) aportando magia literaria y verismo a espuertas y todavía más tirantez y tensión a todo lo que sucede en la pantalla.

He sido un espectador encogido y sobrecogido en la butaca desde el minuto uno (qué belleza, por cierto, en esa primera escena de los títulos de crédito y que uno no entiende hasta que la película te lo hace comprender mucho más adelante). He sido espectador de un terror psicológico hervido a ritmo lento. He sido espectador de una trama con trasfondo violento del que desagrada e irrita su injusticia subyacente. Y he sido espectador de una película física y visceral que se te cuela en la cabeza y te vuelve loco: hay en cada secuencia algo amenazador (siempre el odio acechando) que te atenaza y oprime.

Pero, sobre todo, he sido testigo de un cine que se posiciona política y éticamente y que hace un retrato descorazonador del ser humano tan desasosegante que lacera.

No es redonda del todo, aunque roza la perfección. ¿Y por qué no lo es? Porque adolece de algo que el cine actual tiene como casi imposición y es eso de alargar las películas hasta casi la extenuación. Esta película sería perfecta con 15 minutos menos.

Este año, los Goya a Mejor Película y Mejor dirección deberían ser para “AS BESTAS”. Otro resultado sería escamoteo, robo y ceguera absoluta.

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