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"AUTOPSIA", de Miguel Serrano Larraz


AÑO: 2013

PÁGINAS: 398

GÉNERO: novela


La premisa de esta novela es la de un joven obsesionado por algo que le hizo a alguien en el pasado y a quien cree haberle desmantelado la vida. Una vez establecida esa oferta temática, la narración se bifurca con coraje estilístico hacia una ramificación de fondos y argumentos que acaban siendo no sólo la radiografía del protagonista (esa “autopsia” del magnífico título), sino sobre todo la de toda una generación (la mía en concreto y, por tanto, no he podido evitar como lector entregado las concomitancias y la identificación).

La disertación del narrador (una primera persona potente y descarnada, tan turbada como venenosa y abstraída en sus intentos de meditación) abarca varios actos de violencia (esos protagonistas indeseados pero incansables que nos rodean) que se dan más cerca de lo que inconscientemente creemos, tan tan tan cerca que a veces los padecemos como protagonistas en nuestras relaciones sentimentales o amistosas. Pero, también, la novela habla de otras violencias más íntimas e internas: las nuestras con nuestra propia cotidianidad, con el entorno que nos labramos para sobrevivir. Como la música que escuchamos, la literatura que nos gustaría leer o construir, los inicios de las redes sociales, los ídolos a los que reverenciamos y que constituyen, en definitiva, nuestro adiestramiento particular en esto de sobrevivir. El narrador no deja títere con cabeza. Da saltos hacia atrás con perseverancia y reconstruye y deconstruye su memoria (y de paso la memoria de todos), una memoria convertida en culpa que no deja de sangrar. Y a medida que se suceden las páginas, la narración va incomodando cada vez más al lector, pues este se ve obligado a replantearse en qué mundo vive, qué vida ha elegido y qué cosas ha dejado de hacer en el camino.

Es literatura del yo, aunque sea etiquetarla demasiado. Pero aquí la novela de Serrano Larraz, que no niega la autoficción, logra que la historia se presente con una intensidad que no consiguen todas las novelas de este tipo. Y ese “yo” se transmuta en un “nosotros” tan narcisista como sensibilizado y lo que le queda al lector al cerrar el libro es una sensación incómoda, pero lúcida y penetrante: ha leído el vértigo de su pasado, aquello que muchas veces piensa y siente, pero a lo que no sabe ponerle palabras.

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