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salva-robles

"AYER", de Agota Kristof


Año: 1995

Páginas: 112

Género: novela


He caído rendido ante mi primera vez con esta autora. Ya, ya sé que es un crimen no haberla leído antes. Le tenía ganas desde hace tiempo, pero a veces me muestro reticente cuando un libro, o en este caso un autor, me lo recomienda tanta gente, o me aparece por todas partes, u oigo opiniones o leo reseñas excelentes trescientas veces cada día. Me pongo a la espera cuando esto ocurre y sé que mi momento de hincarle la mirada llegará. Así ha sido una vez más. He esperado y la espera ha merecido la pena: me he topado con una escritora a la que voy a devorar a partir de ahora porque voy a buscar lo que sea que haya publicado y traducido por aquí.

La prosa de Kristof me ha parecido depuradísima (imagino que tendrá mucho que ver en ello que la escribiera en un idioma que aún no dominaba la autora), concisa y hasta despersonalizada, esto último quizá sea lo que más me ha atrapado. Sólo necesita concreción y exactitud para crear una atmósfera alucinante, porque “AYER” es pura lucidez en eso de crear perturbación y ambiente. La novela es purísima economía lingüística y, sin embargo, construye un retrato portentoso de una forma de supervivencia, de un mundo que acoge y aniquila a los seres humanos. Dentro de sus escasas páginas (112 que se devoran en una sentada) hay una descripción de la existencia (no lo quiero llamar vida porque vivir como lo hacen los personajes de esta obra no es vivir) abrumadora, repleta de descripciones desangeladas por culpa de una prosa fría, como desértica, pero absolutamente conmovedora. Cómo no emocionarse con esa mezcla de cotidianidad y alucinación, de vidas vacías, tan desangeladas y, también, crueles. Porque entre los párrafos el vacío de los personajes punza y lastima de tan poética que resulta la prosa liviana y profunda de esta autora mágica, que bucea en la desolación (es verdad), pero se topa con la esperanza (la de que la literatura salva como cañonazo y fuego entrecruzado, como terapia y vomitera creativas).

Hay algo, no lo sé todavía (porque tendré que leerla más quizá), en la escritura de Kristof que es literatura en estado puro. Algo así como concretar en palabras el mundo interior, lo inconsciente, que queda atrapado y descrito con relampagueante diafanidad. Por eso es también una prosa onírica y bastante fantasiosa, plagada de elementos simbólicos como ocurre con los sueños.

Sin duda, yo tenía que llegar a Agota Kirstof en este momento para constatar lo que ya otros me han dicho y sabían antes. Y me lanzo de cabeza, entusiasmado, feliz y fervoroso a la lectura de otros libros suyos. Estoy segurísimo, ahora ya sí, de que no me van a fallar.

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