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“BARBIE” (EE.UU., 2023), de Greta Gerwig



PUNTO UNO:

Creo muy sinceramente que, para apreciar las cualidades de esta película, que son muchas, hay primero que pensar de dónde procede el producto para analizarlo y observarlo desde ese imprescindible (lo creo también) punto de vista.

EE.UU. es la cuna del “american dream”, una seña de identidad que guía la cultura y la sociedad del país todopoderoso. La muñeca nacida de ese sueño ha cumplido y representado (desde su nacimiento, al parecer) perfectamente dicho ideal: guapa, perfecta, alegre, triunfadora en todos los campos habidos y por haber, sin mácula alguna y con dinero, por supuesto, para permitirse todos los antojos, sueños, deseos y caprichos. La película dirigida por la Gerwig, producida y promocionada como fruto-prototipo de la maquinaria hollywoodiense, bebe de ese sueño indudablemente. Pero lo interesante (y cuánta inteligencia ha parido esto) es cómo dinamita tanto al sueño como a lo que representa la mujer perfecta que parecía personificar la muñequita-venus.

He leído por varios sitios que la Gerwig se ha vendido a Hollywood, un juicio emitido gratuitamente, como suelen ser casi siempre las opiniones preconcebidas: algo infundado y hasta muy arbitrario. ¿Por qué no nos paramos a pensar que quizás la Gerwig, una tipa que anteriormente ha demostrado inteligencia a espuertas, ha actuado para que todo suceda al revés, es decir, ha jugado bien sus cartas y ha logrado que sea la maquinaria quien se rinda ante ella?

PUNTO DOS:

El cine abarca muchos géneros. A algunas películas les gusta incorporar o combinar varios de ellos. La comedia, que es la base primordial de “BARBIE”, juega muchas veces con sus propios subgéneros, que son muchos, y la película dirigida por Greta Gerwig bebe sin tapujos de la parodia y la sátira principalmente de una manera tan jugosa como entretenidísima. De ahí surgen escenas repletas de parodia carnavalesca, disparate, tópicos desmitificados, incoherencias, mudanzas de algunos valores serios, comicidad verbal y situacional, hipérboles grotescas, metáforas extrañas o chocantes, apodos o alias de los personajes y situaciones ocurrentes unas detrás de otras. Muchos, al sumar todo lo anterior, han llegado a la conclusión de que la película es una basura absurda. El espectador que yo he sido se ha encontrado una estupendísima caricatura del sueño americano, de la sociedad estadounidense, del patriarcado y hasta del empoderamiento. Con un ánimo y talante de provocación absolutos. Pero cuidado: aquí la provocación se disfraza de color rosa y, claro, la bala no nos atraviesa con dolor directo, que la Gerwig (y su marido, el otro guionista de la película) saben encubrir y disimularlo todo para que parezca sólo autoparodia sensiblera, naif y hasta enternecedora. Vamos, que a poco que te despistes o seas titulado en la ESO, te la cuelan, oyes.

PUNTO TRES:

Por supuestísimo que esto es una película manifiesto. ¿Alguien lo dudaba? ¿Alguien se ha sentido ofendido, estafado o burlado? Pues chico (seguro que eres hombre), qué pocas luces tienes, hijo mío, sabiendo que ibas a ver una película de la Gerwig.

Y otra vez, la inteligencia abre sus puertas: la Gerwig y el esposo se han sacado de la manga un guion militante, autoparódico a más no poder, empoderado…pero, ey, un momento, el empoderamiento lo abandera aquí (¡ay, madre, que lo flipo y lo aplaudo!) un muñeco Ken que se convierte en lo más genial y desternillante de la película. ¿Es o no es brillante esta idea? Lo es, sin duda alguna. Y es, también, lo que más carcajadas me ha producido mientras veía la película repantingado de gozo en la butaca del cine al lado de mi hija, que se reía aún más que yo cada vez que el Ken abría la boca. El ingenio feminista subvirtiendo (y trastornando y perturbando) los conceptos y logrando, aún más por ello, lo que cientos de productos anuales supuestamente feministas no consiguen ni a la de tres, pese a las ínfulas de algunos nombres: ser eficaz, ser poderoso, ser necesario, ser una contribución justa a la causa. Toma ya, ahora vas y lo cascas, Nicole Kidman con pelucas.

PUNTO CUATRO:

La película es una obra perfectamente cuadriculada, pensada hasta la médula, tan concreta que acaba aplastando (en el mejor de los sentidos) a su propia reorganización cuando engloba las ideas o conceptos más significativos que lleva a cabo. El propio diseño de producción, desde el cartel a la fotografía, canciones o vestuario se convierten en un todo para que la autoparodia sea aún más efectiva y, por tanto, muchísimo más divertida y muchísimo más profunda de lo que su estudiada apariencia suscribe. Otra vez me sale la palabra inteligencia a la hora de maquinar todo esto.

PUNTO CINCO

Todo el rato la película juega a ser como una especie de oda a la frivolidad. Y los espectadores corremos el riesgo de caer en esa simplicidad prejuiciosa de nuevo si no nos percatamos de que esto es una fiesta perspicaz y mucho más sutil que lo que su envoltorio nos quiere simular o fingir. Esta casa de muñecas de la Gerwig (un perfecto artefacto en rosa neón) es espectáculo visual, sí, pero también es socarronería y puya a toneladas.

PUNTO SEIS

¿Por qué, y así lo ha demostrado la Historia, no nos tomamos en serio las comedias? ¿Por qué a tantos les parece un género menor? No paro de ver comparaciones (algunas muy estúpidas) entre BARBIEyOPPENHEIMERcon afirmaciones tipo: la de Nolan gana por goleada. Vamos a ver: ¿de verdad son comparables? Una cosa es que por gusto personal a cada uno le guste o le atraiga una más que la otra (y esto es algo absolutamente respetable). Pero, ¿compararlas? Yo entiendo que son dos apuestas artísticas bien diferentes tanto en sinopsis como en miras y fines. Entonces, ¿por qué compararlas? Noto como un menosprecio hacia la de la rubia quizá por ser la historia cómica de un juguete rodeado de colores de neón. Pues vale.

PUNTO SIETE

Margot Robbie nació para ser Barbie, y punto pelota. Diosantobendito, qué criatura humana es. Pero, ojo, que el Ken que se ha trabajado Ryan Gosling es, desde ya, uno de los históricos y más grandes robaescenas de la historia del cine. Ea.

PUNTO OCHO

La Gerwig ha parido una película-trampa descomunal. Desde el minuto uno juega a cuestionar todo lo que tiene que ver con la idiosincrasia americana, no deja títere con cabeza y arrasa con todo, hasta se atreve (con hilarante ferocidad) a meterse con la empresa Mattel aparcando dentro de su propia casa. Y lo hace utilizando la desvergüenza enmascarada de ópera “kitsch” y con un retintín tan mordaz como virulento, irónico y punzante.

PUNTO NUEVE

El 9 es mi calificación de la película.

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