“LA CARCOMA” (EE.UU., 1971), de Ingmar Bergman
Sabía de ella por los libros que he leído de Bergman, pero nunca la había podido ver hasta ahora. Sabía por esos libros que los críticos la consideran una película menor del director sueco. Dicen que su guion es plano, previsible, lleno de compartimentos estancos. Vale. Pero esto es Bergman. Y yo he visto una película magnífica en la que una inmensa Bibi Andersson conmueve y remueve interpretando a una mujer desvalida por un huracán (en forma de amante) que entra en su vida burguesa y acomodada y hasta feliz, aunque aburrida. Y comprendo ese vendaval y entro de lleno en lo que Bergman me plantea.
Y, al mismo tiempo, y por si fuera poco, la película tiene una magnífica fotografía en color del siempre genial Sven Nykvist que expresa tanto como la actriz protagonista. Y me gusta de esta película también, y mucho, su dirección artística: el trabajo de los espacios da un juego espectacular como metáfora de muchos de los temas que la historia plantea. Qué gustazo haberla visto.
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“COMO EN UN ESPEJO” (Suecia, 1961), de Ingmar Bergman
Cuatro personajes, un espacio (una casa en una playa) y la fotografía sublime en un prodigioso blanco y negro de Sven Nykvist bastan a Bergman para hablar de temas trascendentales como Dios, el amor o la esperanza. Es una película incómoda y dura de ver, pero tan gratificante como leer un poema perfecto.
La incomunicación y el egocentrismo son las grietas de la familia retratada. Pero Bergman usa esos temas para hablar de algo más grande, complejo y profundo: la fe y las maneras diferentes que tenemos de confrontarla. Y el director sueco es inclemente y despiadado cuando habla de estos temas, aunque cuando más hundidos nos tiene a los espectadores, se guarda un final ¿esperanzador? (lo dudo) como salvavidas.
Demoledora película que tiene reflexiones puestas en boca de sus atormentados personajes como esta: “La puerta se ha abierto. Pero el Dios era una araña. Se me ha acercado y he visto su rostro. Era horrible y frío. Ha subido por mi cuerpo y ha intentado penetrarme. Me he defendido. Le veía los ojos todo el rato, fríos, tranquilos. Al no poder penetrarme, ha subido por mi pecho, hasta mi cara y la pared. He visto a Dios”. Con Bergman jamás hay tregua para el espectador.
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