Páginas: 512
Año de publicación: 2013
Género: novela
Esta novela tiene el siguiente comienzo:
«Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después. El atraco es la parte más importante, ya que nos puso a mi hermana y a mí en la senda que acabarían tomando nuestras vidas. Nada tendría sentido si no contase esto antes que nada».
A partir de ese espectacular inicio (para mí uno de los mejores que he leído en mi vida), el lector tiene la inmensa suerte de asistir a un poderoso entramado narrativo, de tener delante 500 páginas de literatura de alto voltaje. Ya en ese comienzo, tenemos a unos personajes (qué personajes tiene esta novela) intensamente predestinados, una trama construida que hay que rellenar (y que nadie piense que esto es una novela negra o policíaca, nada más lejos de la realidad que hay aquí dentro) y un narrador al que hay que echarle de comer aparte. Y por él voy a empezar la reseña.
El narrador en primera persona de “CANADÁ” (un tal Dell Parsons –qué bien suenan siempre ciertos nombres en inglés–) tiene el aura de esos personajes (tan americanos y excepcionales) de la mejor literatura estadounidense. Yo he estado todo el rato acordándome de Salinger (y su “EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO”), Harper Lee (y su “MATAR UN RUISEÑOR”) por citar sólo dos novelas cuyos emblemáticos narradores han ejercido una extraña y heroica influencia en la literatura posterior. No hay ambigüedad en nada de lo que cuenta este narrador. A Dell Parsons lo entiendes, y lo crees porque su verdad es irrebatible. Y lo acompañas en su periplo narrativo con un persistente nudo en el estómago que varias veces te da tan de lleno en tu interior que no te queda otra que comprenderlo, admirarlo y, también, sentir una infinita pena por él. Una pena que se extiende al ser humano en general. A esos hombres y mujeres cuyo destino (determinado e inamovible) los convierte en eternos supervivientes: héroes de la vida cuya fragilidad existencial es la de todos y cada uno de nosotros. ¡Chapeau, míster Ford: la voz narrativa elegida para esta novela deja huella imperecedera!
“CANADÁ” tiene una trama áspera, absorbente y cruda a más no poder. La prosa utilizada está disfrazada por los andamiajes de ese tipo de sencillez y clarividencia de algunos (magníficos) escritores que esconden profundas reflexiones y la descripción de un mundo ficcional vigoroso que, de tan verdadero y creíble, duele y lacera. Y otro gran logro de la novela es que cada cosa que sucede, cada escena construida, cada paso que dan los personajes tienen el ritmo o la sinfonía de una película de Terrence Malick. Y todo para hablar de nuevo (no es la primera vez que nos hablan de esto, y aquí sí que no importa la repetición, todo lo contrario: se agradece) de la pérdida de la inocencia, de cómo la perdemos ante la inevitabilidad de la vida.
Yo le otorgo desde ya a “Canadá”, de Richard Ford la categoría de clásico contemporáneo.
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