AÑO: 2022
PÁGINAS: 102
GÉNERO: novela
Todo dentro de esta novela es un estallido. Temas, estructura y expectativas narrativas acaban detonando en la conciencia del lector, que se encuentra una obra cargada de muchas cosas que le apabullan (para bien) y que le descolocan (para mejor aún). Pongamos algunos ejemplos sin recurrir al espóiler:
- la historia transcurre en una ciudad de provincias, pero lo que ocurre dentro de ella no le pega en un principio o no se acopla a lo que se espera de una ciudad de provincias;
- la estructura de la novela, que parece tradicional: llega un momento en el que el lector se da cuenta de algo y tiene que reestructurarlo todo dentro de su cabeza, haciendo un ejercicio de juntar piezas en el que se dará cuenta de que aquí todo parecía una cosa y acaba siendo otra mucho mejor.
- el lenguaje que utiliza el narrador parece como extraído de una novela del siglo XIX, cuando, en realidad, está desmembrando y desestructurando el lenguaje del siglo XXI con el uso de un vocabulario exquisito, muy trabajado y pulido (he buscado -con sumo gusto- algunas palabras en el diccionario).
- los personajes parecen paridos por la literatura nacida del tremendismo, pero Pablo Gonz les suma a todos ellos matices psicológicos y comportamientos muy actuales.
Da mucho gusto leer esta novela, que se bebe por cómo atrapa y por lo cortita que es (102 páginas). Da gusto entrar en este micromundo cerrado de seres extravagantes -quizá son mis prejuicios quienes los califican así-, anómalos y, sin embargo, tan humanos, tan especiales, tan encantadora como aterradoramente complejos y universales. Me he reído muchas veces viendo sus comportamientos (hay un humor soterrado, muy oscuro e inteligente en muchas de las situaciones descritas o en los diálogos que entablan los personajes).
Hay que hacer una lectura atenta a los detalles, no porque sea una lectura difícil, sino porque el lector tiene que llevar a cabo una labor de reconstrucción mental (muy estimulante, por cierto) para aunar y conjuntar escenas y situaciones y, finalmente, personajes. Su maravillosa parte final nos obliga a reinterpretarlo todo y, de esta manera, la narración rebrota, crece y nos estalla con la magia de un escritor que ha sabido urdir un entramado narrativo de primer orden.
Y cuidado con los temas que trata la novela y esa historia de amor que cuenta. Todo está maravillosamente revestido con un tono de tragedia (esta mucho más profunda cuando la piensas) del que el narrador nos avisa desde el principio, sin que casi nos demos cuenta, hasta que el lector va sumando y uniendo piezas y acaba sacando conclusiones. Y esa tragedia estalla de pronto, aunque estuviera masticada desde mucho antes. Y, claro, nos duele a todos los lectores ya entregados a unos personajes que, de tan entrañables (y tampoco esto lo parecen todo el rato) nos dejan poso y recuerdo perenne. Porque, además, son seres humanos muy peculiares que viven la vida aún de manera más particular todavía.
A Pablo Gonz es lo primero que le leo (más allá de los desternillantes posts que publica en su muro de Facebook), pero no será lo último. Su novela me parece altamente recomendable porque nos regala una idiosincrasia muy particular dentro del panorama narrativo tan extenso de hoy y que, en muchos de los casos, dejan bastante que desear como obras artísticas. Con este autor están asegurados la calidad y…¡LOS ESTALLIDOS! Bravo.