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CINE VARIOPINTO DEL MUNDO (3)


CINE VARIOPINTO DEL MUNDO (3)

 

"TAMBIÉN EN EL CIELO" (Dinamarca, 2021), de Tea Lindeburg

 

Acabo de ver una película sobrecogedora. Linda heredera del cine de Dreyer. Claro, es danesa y allí lo tienen dignificado (como debe ser y se merece un autor mayúsculo). Ganó dos premios importantes en el Festival de San Sebastián: mejor dirección y mejor actriz. Ambos trabajos me parecen maravillosos.

Con una puesta en escena donde la fotografía hace magia y nos regala un espectáculo visual en cada plano, el guion fluctúa sin altibajos entre varios temas y cuyo fondo es la raigambre de las creencias religiosas que tanto peso tienen en algunas familias y tanto daño pueden llegar a hacer cuando esa creencia se convierte en fanatismo. Pero todo esto se dirige hacia otro tema que a mí me ha emocionado y removido: la vida de una adolescente da un cambio brutal en tan sólo 24 horas (que es el tiempo interno de la película). O lo que es lo mismo: crecer y madurar en un zarpazo de tiempo y por una sola circunstancia.

No le hace falta a la directora y también guionista hacer filigranas con la historia: sólo esa potente fotografía (de lujo) y una actriz (cuyos primeros planos son asombrosamente evocadores) y logra un portento de película de argumento implacable y que dice mucho más que cualquier alegato sobre explotación feminista de esos de hoy.

Produce terror ver estas vidas y a lo que están abocadas por culpa de los dogmatismos y el heteropatriarcado y produce asombro contemplar cómo una opera prima con cuatro trazos nos regala tanta profundidad y crítica pertinente. BRAVO.

Posdata: hay escenas de una belleza exquisita en mitad del horror.

 

 

“LO QUE HACEMOS EN LAS SOMBRAS”, (2014, Nueva Zelanda), de Taika Cohen (AKA Taika Waititi) y Jemaine Clement.

 

Una de las frikadas más desternillantes que he visto yo en mucho tiempo. ¿Quieres ver una obra de culto futura? Pues aquí la tienes. De hecho, desde hace unos años tiene hasta su serie multipremiada y repleta de críticas que la ponen por las nubes. En ella no falta lo carpetovetónico, el gusto por el humor esperpéntico, absurdo e infantil –casi asiático o asiático del todo, pero desde Nueva Zelanda– o la parodia de un modo de vida muy concreto (aquí el de los vampiros).

Desde el punto de vista de un falso documental, la película se divierte (cómo se lo tienen que haber pasado los autores de la misma) en mostrar el día a día de unos vampiros empeñados en ser seres normales (aunque no lo sean, porque no lo son ¿verdad?). Sólo hay que ver una de las primeras escenas (en la que se reparten las tareas de la casa en alquiler que comparten todos y cómo uno de los vampiros critica a otro vampiro que lleva no sé cuántos años sin fregar los platos sucios de la cocina) para ya encontrar el tono que va a impregnar el resto de la cosa ésta que a mí me ha hecho pasar un rato (85 minutos) divertidísimo (sé que la mayoría del público no le va a encontrar la gracia, pero es lo que tienen las obras de culto: que no son aptas para todos los públicos).

Pese a la parodia, pese al deseo de ser pura frikada consciente, la película puede servir a la perfección como catálogo/muestra que nos explica (con detalle paródico, pero detalle) qué es un vampiro y cuál es la vida a la que está esclavizado para toda la eternidad.

 

 

“PARAÍSO” (Rusia, 2016), de Andrei Konchalovsky

 

Crudísima película que da una nueva vuelta de tuerca sobre la temática nazi y las consecuencias de todo lo sucedido con y en el Holocausto. Con una bellísima (y tan gélida que da escalofríos) fotografía en blanco y negro y una estructura episódica que combina el falso documental en los testimonios de tres de los personajes centrales (que parecen estar asistiendo al día del Juicio Final), la película es un puñetazo estomacal que, en algunos momentos, parece divagar en tierra de nadie, pero cuando llega la confluencia de las tres historias desaparecen los convencionalismos y los personajes se tornan en hermosos y patéticos protagonistas, que se confiesan y reflexionan sobre sus conductas. Conductas que presentan varias caras: las de los que se sinceran desde el desquiciamiento o las de los que, pese a la realidad, se muestran evasivos.

Hay contundencia en las escenas, vigor narrativo y fuerza dramática en los planos de las confesiones (donde la actriz Yuliya Vysotskaya ofrece uno de esos recitales inolvidables que de vez en cuando nos regala el cine y que se convierte, sin duda, en lo mejor de la película). Y una sensación de que esto ya lo hemos visto, pero como ocurrió hace unos años con la espléndida y demoledora “EL HIJO DE SAÚL”, el director ruso presenta una novedad: aquí se narran los hechos y al mismo tiempo se autoanalizan los errores y las culpas.

 

 

“UNA ESPECIE DE FAMILIA” (Argentina, 2017), de Diego Lerman

 

Va directa al estómago. Un puñetazo tras otro. Rodada con un naturalismo casi de cámara en mano que inquieta e incomoda al espectador, que parece estar dentro de lo que sucede. He estado en varios momentos a punto de dejar de verla porque no soportaba lo que estaba viendo.

Tarda en arrancar y uno no sabe qué le están contando, hasta que de pronto todo estalla: drama trágico con forma de thriller muy particular. Puede que no guste a la mayoría: es una apuesta cinematográfica muy arriesgada que desconcierta y a veces se desperdiga demasiado. Pero tiene dentro algo inmenso: una actriz capacitada para sostener una película entera. Aquí hay otro desbordamiento interpretativo de una Barbara Lennie descomunal. Su rostro omnipresente (en primer plano casi siempre) es capaz de narrar mucho más que la propia cámara que la retrata.

Finalmente, esto es una película sobre la maternidad sin moraleja que apuesta por el misterio insondable de la psique humana. Y por mostrar, articulado en una montaña rusa, el retrato social mísero de una Argentina a la deriva (que hiperboliza cualquier sociedad contemporánea).

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