Es una película fallida con momentos muy divertidos, pero deslavazados por un guion que camina dando tumbos demasiadas veces sin ton ni son. La idea principal (sin ser original) tiene su gracia y es una apuesta por la farsa, que es de lejos lo que mejor funciona: ese tono de burla sobre el mundo del cine. Lo malo es que todo en ella suena previsible, aunque juega con una mentira que acaba ahogando a la película: quiere bucear con las sorpresas y finalmente estas no lo son.
Esos tumbos del guion, que parecen como escenas de sketches que se engarzan para crear un todo que nunca llega a ser, hacen que la apuesta acabe siendo fría y hasta demasiado teatral.
No obstante, es una película amena (algo larga también), que se disfruta como algo ligero que arrastra al espectador hacia la curiosidad de comprobar por dónde va a ir esa lucha de egos entre dos actores tan opuestos y una directora encumbrada y egótica que quiere (o eso parece) reírse de ambos. No están mal trazados esos tres personajes, tienen sus aristas y a ratos se les perciben las tripas. Son perfectas caricaturas y se nota la mala baba con la que han sido escritos.
La película también se soporta por su empaquetado, que nos regala cierto placer visual y por los tres actores que sin hacer unas interpretaciones inolvidables, nos ofrecen juego y tonalidades diversas. Banderas traspasa el histrionismo varias veces, pero es que su personaje lo es y se le nota que se lo está pasando bien y que está a gusto con su paródico personaje. Cruz, siempre profesional, no luce pero declama con cierta gracia aunque tenga el peor personaje de los tres. Y el mejor del trío es Óscar Martínez, un actor magnifico que nos regala una naturalidad y una comicidad que no lo parecen y esa es la principal gracia de su rol.
En definitiva, una película curiosa, magnética a ratos, pero cuyo guion no da con la tecla para convertirla en un trabajo cinematográfico inolvidable. La olvidaré pronto.
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