"SIEMPRE ESTOY SOLA" (Reino Unido,1964), de Jack Clayton
Un impresionante retrato femenino atesora esta película valiente y adelantada a su tiempo. Una mujer, eternamente aburrida (como metáfora este aburrimiento de una situación mental delicada) vive su obsesión por la maternidad como refugio de la soledad más angustiosa que padece. En medio de todo eso, la película toca temas como el divorcio, la infidelidad, el machismo, la salud mental o el aborto. El guion (basado en una novela de Penélope Mortimer) lo escribe Harold Pinter, que ya dice mucho del tono que la trama adopta para radiografiar el desconsuelo de un ser humano en un mundo cruel.
La película nos regala un trabajo de dirección estupendo, en otro pespunteo de filigrana continua del siempre enorme Jack Clayton, salido del free cinema y representante destacado del mismo.
Pero la película se hace enorme gracias (y principalmente) al trabajo que nos regala su actriz protagonista, una Anne Bancroft alucinante, espléndida, versátil y arrebatadora, que se desnuda en unos primeros planos complicadísimos para un intérprete en los que muestra el alma de un personaje riquísimo en complejidad psicológica.
Uno ve la película pensando todo el rato: ¿esto se hizo en los años 60? Pues sí, se hizo. Y nos muestra que el cine es un arte siempre valiente cuando está en manos de artistas coherentes y comprometidos que quieren narrar verdad auténtica (y no verdad tramposa y manipulada) dentro de la pantalla. Y entonces, las imágenes estallan para regalar al espectador puñetazos de realidad, espejos de sí mismo con los que se hace inevitable poner conciencia en eso que somos a veces (o casi siempre) y que obviamos mientras hacemos daño a los demás y, por supuesto, a nosotros mismos. Y que da como resultado una sociedad enferma con pocas ganas de curarse, más por ceguera colectiva que por intenciones malignas o gratuitas.
Esta película es una apabullante radiografía de nuestras fragilidades. Y no comprendo por qué no está clasificada como clásico inmortal e imperecedero que habría que visionar cada cierto tiempo. O sí lo entiendo: quizá no se habla de ella porque es demasiado incómoda.
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“EL SIRVIENTE” (Reino Unido, 1963), de Joseph Losey
¡Vaya joya he visto! Llevaba años sin ver una película de Joseph Losey, con lo que me gusta este director vanguardista, espinoso e inteligente. De ésta sabía que era una de las mejores suyas, pero no había podido verla hasta ahora (me escapé a la Biblioteca Regional y me la traje para casa).
Repleta de imágenes metafóricas (esos espejos desnaturalizados y los encuadres inclinados o directamente torcidos), aquí le sirven a Losey para hablar de la miseria moral o de lo corruptos o clasistas que somos los seres humanos. Se nota que en el guion colaboró el escritor-dramaturgo (premio Nobel) Harold Pinter (otro de mis escritores predilectos) y de ahí que casi toda la película transcurra en un único espacio: una casa-mansión de un niñato rico que muy bien podría simbolizar el inmovilismo y la cárcel que puede llegar a ser el mundo para todos nosotros y que, a medida que va transcurriendo la película, se irá transformando para mostrar la degradación más absoluta.
Valiente, libre como cineasta (los británicos lo acogieron con los brazos abiertos cuando huyó de la caza de brujas que prosperó tristemente en EE.UU.), Losey es uno de esos artistas de ideas izquierdistas que con su cámara supo contar aquello que le preocupaba. Y lo hizo siempre, SIEMPRE, de manera sublime. Como en esta joya, rodada en un exquisito blanco y negro y con unos actores maravillosos, sobre todo el siempre estupendo Dirk Bogarde.
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“LA CALUMNIA” (USA, 1961), de William Wyler
He vuelto a verla.
Aunque no sea todo lo incisiva que debiera, aunque tenga sus remilgos y sus mojigaterías, esto es una película de Wyler, la interpreta un reparto espléndido y detrás hay un guion (basado en su propia obra teatral) de la siempre grandiosa Lilliam Hellman.
Wyler ya hizo otra versión de esta historia en 1936 (aquí se tituló “ESOS TRES”) que a mí me gusta un poco más que esta (aunque se tergiversara la historia original), pero películas como “LA CALUMNIA” son necesarias. Porque hablan de temas universales que nos conciernen y retratan, describen al ser humano y sus oscuridades y denuncian situaciones injustas que a todos nos pueden salpicar. Y que demuestran lo poco que hemos evolucionado de cabeza y de corazón en cuestiones que nos llevan siempre hacia los prejuicios.
Es verdad que Wyler apunta más que dispara, pero nos regala una película cuya mirada desencantada sobre el ser humano acaba calando y dejando poso, sobre todo porque te obliga a reflexionar sobre los hechos que suceden en la pantalla.
Y siempre, SIEMPRE, es una delicia contemplar a actores como Audrey Hepburn (que aquí nos muestra una interpretación aparentemente sencilla, pero cargada de sutilezas), Shirley McLaine, James Garner y las portentosas secundarias Miriam Hopkins y Fay Bainter. Todos nos regalan maravillosos primeros planos, que hablan y dicen más que los propios diálogos.
Y al ser de Wyler, todo detalle está cuidado y mostrado con exquisitez.
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“SUSPENSE” (Reino Unido, 1961), de Jack Clayton
Basada en la novela de Henry James “Otra vuelta de tuerca”, con guion de Truman Capote y protagonizada por una inmensa Deborah Kerr, este clásico (así lo percibo) del cine de terror psicológico lo tenía pendiente, nunca lo había visto hasta ahora.
Me ha sorprendido todo en esta película brillante:
- Su morbosidad: que se vale de la extrañeza y de una atmósfera logradísima para hablar de temas valientes y poco transitados por el cine.
- Un trabajo de dirección impresionante, con ángulos de cámara y planos que dotan de variadas capas y enriquecen constantemente una narración que es mejor gracias a ellos. Clayton sabe utilizar el fuera de campo y la elipsis como arte de la sugerencia para engrandecer una historia beneficiada por esos matices.
- Esos toques de morbosidad en los diálogos repletos en sugerencias (añadidos, sin duda, por Truman Capote) amplían las insinuaciones y dan variados significados a la trama.
- La dirección artística, el vestuario y la espectacular fotografía en blanco y negro recuerdan ese cine clásico inolvidable realizado en estudios donde lo que importaba era crear un producto de calidad.
- Poner la belleza y la expresividad de Deborah Kerr al servicio del terror es otro hallazgo que sorprende porque no te imaginas a esta actriz siempre brillante en un rol así.
En definitiva, sumas todo y tienes esta obra maestra del cine que la historia aún no ha colocado en el lugar que, sin duda, se merece.
POSDATA: viendo esta película, uno comprende de dónde le vino la inspiración al Amenábar de "LOS OTROS".
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