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CUATRO PELÍCULAS ESPAÑOLAS CON PERSONAJES FEMENINOS MUY INTERESANTES



 

“LA HIJA DE UN LADRÓN” (España, 2019), de Belén Funes

 

         Parece increíble que este milagro sea la primera película de una cineasta. Con potentísima voz propia (que bebe claramente de cierto cine social europeo, más en concreto del de los hermanos Dardenne y del Ken Loach cuando se olvida de sus panfletos), la película recorre la vida diaria de una chica joven mientras la cámara la retrata con una ferocidad que no cae jamás en lo sórdido ni se recrea en lo macabro, porque escoge fijarse (con aguda inteligencia) en el alma del personaje y lo desnuda por dentro para que lo veamos como la heroína que en realidad es, como lo son tantas mujeres anónimas, las que construyen el mundo desde sus cimientos y nadie las premia nunca.

          La narración progresa y asciende escena tras escena, mientras atrapa pequeños detalles y describe las reacciones de la protagonista ante las vicisitudes que la vida le asigna desempeñar. No se necesitan palabras (hay pocas, todo aquí dentro es mirada y ocupación) y sí mucha energía visual y furia exaltada para lograr la emoción del agitado espectador, que se remueve y conmueve cada dos por tres hasta llegar a una escena final absolutamente arrebatadora en su sequedad cinematográfica y elocuencia psicológica.

          En todas las escenas florece una impresionante actriz que resiste los planos más difíciles y complicados: su rostro aguanta con delicada maestría planos primerísimos o medios y el resultado es una de esas interpretaciones que uno va a recordar siempre. El plano final que nos regala su expresión es cruelmente bello y demoledor.

 

“MADRE” (España, 2019), de Rodrigo Sorogoyen

 

Partiendo del magnífico cortometraje nominado al Oscar (que aquí abre la película), Sorogoyen construye una historia situada 10 años después de los hechos que narraba el corto. Un tanto reiterativa (le sobran 20 minutos y esto se podía haber solucionado cortando de aquí y de allá en esas reiteraciones), la película discurre calmosa en planos largos rodados sabiamente por un director con mirada fílmica extraordinaria. Se capta a la perfección el desasosiego de unas emociones siempre contenidas y, de esta manera, la angustia se apodera de cada plano. El guion apuesta con valentía por la ambigüedad y es entonces cuando el melodrama (una tragedia interior monstruosa) se convierte en thriller psicológico con ritmos emocionales desasosegantes y bastante perturbadores. Es aquí donde la película se hace más valiente porque en lugar de exponer una trama detectivesca, osa por mostrarnos la complejidad de la psique de esa madre protagonista.

Pero todo esto no se sostendría sin Marta Nieto. La película (como ya lo fue el corto) es ella y de ella. El talento inconmensurable de esta actriz generosa y entregada (como pocas veces se ve) engrandece todo lo que ocurre en la pantalla. Hasta de espaldas (hay numerosos planos que la retratan así) nos muestra emociones siempre contenidas de una madre casi a punto del estallido que nunca llega porque se ha tragado de tal manera todo el horror que es incapaz de expulsar del interior sus dolencias. Qué difícil esto para una actriz y Marta Nieto alcanza la excelencia. Su mirada, sus pequeños gestos con los hombros, las manos y hasta la boca, vomitan talento y la pantalla, con ella sosteniendo cada plano, estalla en un milagro. El Goya de ese año era de ella y, literalmente, se lo robaron.

 

“LOREAK (FLORES)”, (España, 2014), de Jon Garaño y Jose Mari Goenaga

 

Una bellísima aproximación a la desolación del ser humano. Contada a través de los ojos de tres mujeres unidas por un nexo común, se convierte en un melodrama bordado con intimidad y sencillez aparente, puesto que hay profundidad en todo lo que toca. La delicadeza y el ritmo pausado del estilo narrativo utilizado se convierten en perfectos respiraderos para que el espectador pueda reflexionar sobre el dolor de la pérdida, el vacío existencial y los eslabones ocultos que la vida concede.

Entre las finalistas de 2014 a Mejor Película en los Premios Goya se “coló” una historia rodada en el País Vasco y en euskera, que pasó por las carteleras sin pena ni gloria. Qué injusto es el mercado a veces (muchas veces) con algunas pequeñitas obras de arte.

Posdata: la banda sonora de Pascal Gaigne (también nominada en los Goya) es una auténtica delicia. Y me gusta esa mixtura aproximativa al thriller sentimental en mitad de un melodrama puro y duro.

 

“QUIÉN TE CANTARÁ” (España, 2018), de Carlos Vermut

 

Que Carlos Vermut es un director de atmósferas ya lo tuvimos claro en su anterior película, la magnífica “MAGICAL GIRL” y en la última que ha estrenado, la oscura y ambigua “MANTÍCORA”. Esta vez descubrimos, además, que quiere parecerse al mejor Almodóvar y, claro, como las comparaciones son odiosas, Vermut sale malparado.

No es una mala película. Mi problema con ella es que, a veces, por momentos, no sé qué me quieren contar y me pierdo por variados recovecos que no fusionan finalmente bien. También veo un serio hándicap en las interpretaciones: no me creo a ninguna de las actrices principales, quizás un poco a Natalia de Molina y a Carme Elías. Pero tanto Najwa Nimri como Eva Llorach (que tienen dos papeles para lucirse) están frías y las emociones que deben transmitir (sobre todo Ninri) me parecen falsas.

Me quedo con la banda sonora de Alberto Iglesias (lo adoro), con la estética visual y su diseño de interiores que, a priori, crean la atmósfera adecuada, pero que al final no casan bien con una historia ambiciosa en temas que no cuaja por convertirlo todo en un batiburrillo de turbiedades que, en un principio, a mí me parecían interesantes.

Con todo, se deja ver y plantea opacidades del ser humano sobre las que me gusta meditar y poner conciencia.

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