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CUATRO PELÍCULAS EUROPEAS MUY DECENTES (que emocionan mucho cada una a su manera)


REGRESO A ÍTACA” (Francia, 2014), de Laurent Cantet


Es cine de la palabra, donde parece que guion y director desaparecen y todo se mimetiza en la voz de los actores, que dan vida a personajes que parecen ellos mismos, tal es el mimetismo que logran. Es cine en estado puro, no importa que su puesta en escena sea tan teatral, lo que se cuenta lo necesitaba. Es cine torrencial, de palabras y rostros pronunciándolas. Es cine sobre la vida, sobre nosotros, sobre nuestros sueños rotos, sobre esa cosa que se llama madurar, que no es sino pura y dura supervivencia. Gracias a esos estupendísimos actores (todos), los textos escritos por Cantet y Leonardo Padura se convierten en una dolorosa (y necesaria) oda a la subordinación y sometimiento de toda una generación que respira rabia, mucha impotencia y rabia. A veces, vivir duele. Aunque disimulemos.


LOS CONSEJOS DE ALICE” (Francia, 2019), de Nicolas Pariser


Se ve con agrado, pese a convertirse desde el principio en pura demagogia política. Y se ve así porque sus personajes destilan humanidad, buen rollo y mejores intenciones. Es alegre en sus reciprocidades oratorias sobre éticas sociales e indaga con cierto ahínco en las interioridades del consejo del poderoso. Y lo mejor: da gusto ver siempre a sus dos actores protagonistas. No es redonda, le falta siempre algo para eclosionar del todo, pero uno la ve con media sonrisa y el tiempo se pasa rápido.


ENTRE NOSOTRAS” (Francia, 2019), de Filippo Meneghetti


Es una película elegante: la cámara bucea en la intimidad con ínfulas agradables y recoge escenas bellísimas y contemplativas con dos actrices inmensas, llenas de miradas y gestos donde priman la ternura y las emociones (sin trucos y sí con mucha verdad). Duele esa lucha de dos amantes que se lo han callado toda la vida, duele comprender cómo la sociedad no les ha permitido vivir en sus verdades. Ese ambiente de represión la película lo dibuja con pequeños trazos, pero con una fuerza elocuente brutal. Lo pequeño es a veces lo que mejor constata la verdad. Una de las mejores historias lésbicas que yo he visto en el cine.


HOPE” (Noruega, 2019), de Maria Sødahl


Podría haberse convertido en un melodrama “culebronero”. Podría haber sido una bufonada sobre los estragos del cáncer en una familia. Podría, pero no lo hace. ¿Y cómo logra evadir esos peligros? Porque el guion se encarga de proporcionar toneladas de franqueza a una historia que bordea en todas sus esquinas el descalabro sentimentaloide. Nunca cae del lado insufrible y mentiroso y, por ello, el espectador que yo he sido contempla esta precisa y hermosa película agradecido, emocionado y sintiéndome recompensado ya que se me trata como adulto todo el rato. Hay una cámara que mira con madurez a sus personajes (qué inmenso está el matrimonio protagonista), que trata el tema del cáncer sin la intención de saturar con lo que ya sabemos. Y también, gracias a cierto tono bergmaniano, con la dosis justa de frialdad nórdica, este tema acaba siendo retratado con una sencillez en la que destacan los pequeños gestos de afecto.

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