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CUATRO SERIES QUE ME ENCANTARON


 

"DOPESICK: HISTORIA DE UNA ADICCIÓN" (miniserie, 8 episodios)

 

Ahora que la parrilla televisiva lleva un tiempo que no nos regala una serie mítica, esta propuesta es un loable intento de calidad.

Es excepcionalmente dura y clara en su crítica. Juega muy bien, sin despistar nunca, con los tiempos (porque abarca varios años y hay constantes saltos hacia atrás o hacia delante) y con la mixtura de géneros: del drama social al thriller, pasando también por la crítica política. No deja títere con cabeza y aplasta en su sinceridad (aunque no se priva de ser efectista, por supuesto; pero esto no lo niega y sabe usarlo en las dosis adecuadas). El grupo de actores es magnífico y su factura técnica es impecable, excelente.  Y hace un retrato variopinto de ese EE.UU. que no se ve casi nunca en sus producciones palomiteras y recaudadólares, sobre todo cuando pone la cámara en la intimidad de las gentes normales y las radiografía en sus devastadoras realidades por culpa de las adicciones.

Michael Keaton y Kathlyn Dever están de premios múltiples.

 

 

"OLIVE KITTERIDGE" (miniserie, 4 episodios)

Basada en la novela ganadora del Pulitzer

 

¿Por qué me he tragado sus casi 4 horas de un tirón? Porque es sencilla, con personajes de carne y hueso, porque entretiene y engancha, pero sobre todo emociona cada vez más a medida que la vas viendo.

Con un reparto descomunal, donde la ESPLENDOROSA Frances McDormand luce mejor que nunca en un rol a su medida. Sin olvidarnos del portentoso Richard Jenkins.

25 años de la vida de unos personajes que sobreviven como pueden y de la única manera que saben, pese a quien pese.

 

 

“UNDONE” (miniserie, 8 episodios)

 

Es una serie enigmática que engancha desde el minuto uno por su extrañeza subyugadora. Fondo y forma se dan la mano para crear un mundo en el que su protagonista vive atrapada a través del tiempo y tendrá que aprender a prolongarse en varias realidades a la vez.

Tiene esa parte de fantasía o ciencia ficción, pero los guiones no olvidan la parte humana de los personajes, con sus cotidianidades a cuestas y una serie de circunstancias o problemas con los que nos vemos obligados a convivir: la depresión, las enfermedades mentales y esa cosa tan humana de no comprender la vida y de no percibirte o conocerte bien a ti mismo.

Puede sorprender, porque es una serie de dibujos animados. Pero no usa la animación tradicional, sino una técnica muy de vanguardia (aunque ya utilizada en otras ocasiones) que es la animación retoscópica (es decir, se dibuja sobra la imagen real). Aquí, además, los creadores añaden mixturas animadas para crear, por ejemplo, fondos con pinturas al óleo.

Que a nadie le eche para atrás leer dibujos animados. Es una serie para adultos que trata muy bien los temas que toca y con una profundidad exquisita. Aquí dentro hay comedia, drama y mucho toque surrealista. Y es una propuesta televisiva que está a la altura de otras muy buenas series dramáticas. Y aviso: si entras en ella, quedas atrapado en sus enigmas y te ves necesitando saber cómo va a resolver la protagonista todo lo que le va sucediendo.

 

 

“HOMECOMING” (temporada uno, 10 episodios)

 

Julia Roberts se pasa a la tele. Así venden esta serie. Pero Julia Roberts hace mucho que dejó de ser el producto que América quiso vendernos y se dedicó a seleccionar sus papeles metódicamente y a no atosigar su imagen con estrenos a tutiplén y recaudadólares. Es una actriz seria, muy buena actriz con muchos detractores, pero solvente, entregada y eficaz en los papeles que interpreta. No busca el estrellato porque no lo necesita. Aunque (lo quiera ella o no) su nombre es un producto, eso está claro.

Esta serie es una gozada. Buena, brillante en muchos momentos. Hay que dejarla arrancar: en los dos/tres primeros capítulos parece que no pasa nada, pero a partir de ahí el espectador comienza a comprender que detrás de todo hay algo y quiere averiguarlo. Y aquí empieza, entonces, lo mejor de ella: el suspense inteligente a lo Hitchcok, con ese aire de thriller a la manera setentera. Podría pasar, y lo es, por una distopía. Quizás, alguno cuando la vea me dirá que soy un ingenuo porque lo que ocurre aquí dentro sucede de verdad. Puede ser, pero yo no quiero creérmelo porque entonces el mundo me daría mucho miedo, más del que ya me da. Y la serie se agarra a ese tono distópico para contar verdades posibles o que ya lo son en otros campos.

Hay un trabajo de dirección serio, unos intérpretes espléndidos y entregados. Pero, sobre todo, hay un temperamento estilístico y visual que otorga una personalidad estupenda y de gran cariz a la serie (incluida una banda sonora prodigiosa). Y lo mejor: se apunta a la moda de las series de capítulos que no llegan a la media hora. Esto da un ritmo aún más logrado y una temática que va al grano y que no se eterniza en rizar el rizo.

Posdata: solo un pero le pongo. Esa manía de algunas actrices (Nicole Kidman lo hace constantemente y Julia Roberts cada vez más) de colocarse pelucas imposibles para caracterizarse. Esas pelucas, lejos de crear credibilidad, consiguen distraer al espectador, que se pasa casi todo el rato pensando en una prótesis capilar que resulta ridícula e innecesaria.

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