Park Chan-wook es un cineasta muy particular. Su cine es siempre virtuosismo estilístico, hay una destreza narrativa que se sustenta en variadísima habilidad con la cámara y nos presenta en cada película un mundo visual que es, al mismo tiempo, osado y muy independiente. Su libertad como artista es, quizá, el mejor resumen que se puede hacer de un cineasta único y de lo mejorcito que tenemos hoy. Sus obras pueden gustar más o menos, algunas rozan la obra maestra y otras se quedan a medio camino o tienen sus partes fallidas, pero nunca aburren, nunca dejan indiferente, nunca abandonan la elegancia. Es un maestro en eso de pactar con lo excesivo, en jugársela en cada plano y en reinventar el lenguaje cinematográfico. Y si no, ahí están de muestra sus películas: “OLD BOY”, “LA DONCELLA”, “STOKER”, “THIRST”, “SOY UN CYBORG”, “SYMPATHY FOR LADY VENGEANCE” y “SYMPTAHY FOR MR. VENGEANCE”. También tiene una serie interesantísima: “LA CHICA DEL TAMBOR”. Todas tienen en común la obsesión y esta aparece revestida de pesadilla, de mundos casi oníricos repletos de congojas y opresiones. Y siempre detrás un humor extraño, sutilísimo y hasta chocante, por irreverente o naif en mitad de sublimes dramas morrocotudos.
Ahora, en su última criatura, le ha dado por querer emular (homenajear) a Alfred Hitchcock. Más concretamente al Hitchcock de “VÉRTIGO”. También a películas del cine clásico como “LAURA”, de Otto Preminger o “PERVESIDAD”, de Fritz Lang. Y nos regala otro peliculón preciso, metódicamente cautivador y arrebatadoramente romántico, en el que la elegancia aparece por varias de sus virtudes estilísticas: en la puesta en escena, en la fotografía, en el vestuario o en la manipulación narrativa. Todo puesto al servicio del rebuscamiento manierista y de la catarsis romántica, de la hipérbole o de las filigranas visuales. De esta manera, la historia noir (thriller en estado puro, si por estado puro entendemos reinventar el género) se convierte en manos de este director en un catártico y embriagador filme repleto de perturbación. Y nos conmueve y remueve, mientras por la pantalla desfila una historia que se cuece a fuego lento y en la que el estilismo sublime (que hace que la película se pierda muchas veces por lugares inhóspitos y saque al espectador de sus casillas, pero a mí esto no me molesta, al contrario) alcanza momentos de magnético y extraordinario cine.
Con esta película hay que ser paciente, hay que dejarse arrastrar por su lirismo visual de aliento trágico, hay que permitirle al director los excesos y no ser nosotros un espectador perezoso, hay que dejarse arrastrar por una historia laberíntica y, finalmente, hay que permitir ciertas irregularidades del guion. Y si conseguimos todo esto, nos habremos permitido entrar en una película febril, turbadora, atractiva y conmovedoramente sensual. Y en cualquier caso, esto es cine sorprendente y cautivador, una obra que nos mantiene en vilo todo el rato de tan oscura e intensa que es. Y no perdamos detalle: aquí dentro TODO es y está por algo. Yo me lo he pasado pipa, como siempre me ocurre con este director.
CALIFICACIÓN: 9
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