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DOS LIBROS DE PILAR ADÓN


TÍTULO: “EL MES MÁS CRUEL”

AUTORA: Pilar Adón

AÑO: 2010

PÁGINAS: 195

GÉNERO: relatos


Esta colección de relatos (extraños y hermosos a la par) tienen esa cosa insólita que persigo en mis lecturas con fruición y que pocas veces me encuentro: me atrapan sin casi saber el porqué. Me explico: muchas de las historias, aparentemente, no las entiendo, pero yo no puedo parar de leer. No es que no las entienda por incompetencia de la escritora (aquí, todo lo contrario: percibo siempre unas intenciones, un estilo y una manera de contar maravillosos, abracadabrantes, raramente envolventes y siempre escritos con pulcritud y prosa de altos vuelos), es que los relatos me sumergen en un mundo oscuro donde la elipsis lo impregna todo y mi cabeza, mientras lee, reconstruye las historias, se empapa de un mundo ficcional en el que lo que no aparece se convierte, de pronto (y por arte de magia de Pilar Adón), en lo que más importa.

Y cuando me percato de esto, entonces ya no me importa no comprender y mi lectura se relaja y comienza a disfrutar. Y empiezo a ver a los personajes, que viven aprisionados por la más que carcelaria soledad existencial. Todos. Ni uno se salva de ella. Y me doy cuenta de que siento empatía por ellos, de que están unidos interiormente por unos hilos invisibles que, quizás -y así lo quiero ver yo-, los convierten en miembros de una colectividad y que los relatos no son tal, sino una novela fragmentaria que habla de un mismo tema: la búsqueda de oyente por parte de unos seres decepcionados porque las relaciones humanas los dejan insatisfechos y hasta vacíos.

Me han atrapado las descripciones (parece un libro de otra época, de atmósfera como del XIX, a veces muy a lo Poe -que supo como nadie captar el alma humana y sus misterios-, pero también he pensado en Dostoievski y en Chéjov y su melancolía), me han conquistado esas expresiones (más líricas que narrativas) ensimismadas, que ponen a Pilar Adón a la cabeza de una vanguardia narrativa que apuesta, con fuerte personalidad propia y nada imitativa, por escribir lo de casi siempre de “otra” manera. Y me quedo con esa valentía, ese esfuerzo, por reconquistar la palabra: la que sugiere y descoloca, la que intimida y te retuerce por dentro.

Y, al final, uno cierra el libro con pesadumbre porque, en realidad, te quieres quedar a vivir en él como voyeur de vidas ajenas que, lo quieras o no -y esto también duele, mucho-, son espejo de la tuya y de la de cualquiera.


TÍTULO: “LAS ÓRDENES”

AUTORA: Pilar Adón

AÑO: 2018

PÁGINAS: 64

GÉNERO: poesía


Es un poemario que habla desde la más absoluta subjetividad (un yo firmemente presente, aunque se transmute en abuela, madre o padre) y que lo hace desde la valentía de la confesión. Porque los poemas de LAS ÓRDENES se rebelan y lo hacen para incomodar en ese caminar de todos ellos hacia la indagación. Pilar Adón bucea todo el rato dentro de sí misma o sobre sus ascendientes. Para, en realidad, zambullirse en ese galimatías en el que la vida, a veces, nos hunde y donde no nos queda más remedio que desear la corrección o la enmienda de lo vivido. Igual es que no queremos crecer, igual es que deseamos crecer como nos da la gana y no a través de los roles impuestos. ¡Ay, esas malditas dependencias!

Hay una disposición orgánica, que emociona desde el poema inicial y que se palpa desde su primer y emblemático verso: “Regalarlo todo. Cada prenda. Cada adorno”. De hecho, aparece la naturaleza como un gigantesco registrador de los estados de ánimo.

Las tres partes en las que se divide el libro (primera: dependencia madre-hija; segunda: dependencia del padre sobre los cuidados de la hija; tercera: dependencia de la literatura) ponen una lente que manifiesta la intensidad con la que Pilar Adón nos quiere hablar de esa cosa tan complicada que es desear edificar una identidad propia en medio de los legados familiares. Mucho más complicada cuando es una mujer, a la que se le presupone una serie de comportamientos vitales por el mero hecho de ser mujer, la que busca otro tipo de experiencias, otro modo de vivir. Y es aquí, en esa disputa moral del yo entre lo que debe y lo que desea, donde los versos se ensanchan y se cubren de imágenes potentísimas.

Y uno acaba el libro y necesita empezarlo otra vez. Y lo relee y subraya. Y se detiene en alguna página, respira la emoción, y acaba percibiendo que detrás de toda esa rebelión necesaria es la ternura, realmente, la única que nos puede salvar del naufragio.

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