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DOS PELÍCULAS ANTAGÓNICAS DE DOS MAESTROS DEL CINE



 

Osadamente, he decidido comparar dos películas en principio antagónicas. Ambas están recibiendo críticas unánimes sobre su calidad artística; ambas están dirigidas por directores de renombre y carreras cinematográficas importantes (Scorsese y Kaurismäki); ambas están recibiendo nominaciones y premios a tutiplén; ambas tienen dentro criticas importantes, aunque lo hagan desde conceptos y maneras bien diferentes; y ambas están siendo consideradas como obras maestras. Una dura 206 minutos; la otra, 80. Y ya sólo por esto último podemos apreciar dos conceptos antagónicos de entender el cine: en uno hay exuberancia desmadrada; en el otro, hay minimalismo etéreo y delicado.

Yo me quedo con la de Kaurismäki. La prefiero mil veces antes que la de Scorsese. Ha llegado ya a cansarme la grandilocuencia de cierto cine americano y me emociona muchísimo más la sutileza del minimalismo del director finlandés.

 

“FALLEN LEAVES” (Finlandia, 2023), de Aki Kaurismäki

 

El director finlandés se saca de la manga una comedia romántica. Pero, cuidado, esto no viene de la cinematografía más poderosa de la tierra, sino de un cineasta independiente que tiene un concepto del cine que emana de la esencia escandinava, mixturada con Chaplin, con Tati y hasta con Buster Keaton. Es decir, un artista que depura los conceptos hasta el máximo para regalarnos una mirada desoladora (y, al mismo tiempo, tierna y muy humana) de este mundo en perpetuo desmoronamiento. No precisa de grandes alardes técnicos, ni de maquillajes mentirosos o de una puesta en escena ampulosa para retratar la vida de dos seres anónimos que se cruzan por azar en la vida y se enamoran en mitad de sus afligidas supervivencias y de un mundo apesadumbrado por la guerra de Ucrania.

Kaurismäki no necesita tampoco reinventarse, su cine parece siempre el mismo y, sin embargo, sus claves estilísticas -que se podrían resumir en un párrafo- logran el milagro de conmover y emocionar en cada escena, aunque (o quizás por ello) retrate el vacío existencial con una poética narrativa en la que prima lo minimalista y, por eso precisamente, lo más puro y esencial. Es en esa simplicidad, en esa aparente ingenuidad de lo que se contempla en la pantalla, donde explota la lírica y, por tanto, la conmoción catártica en el espectador, que contempla una sencillísima puesta en escena (que parece narrada como en susurros) en la que brotan un extraño y casi infantil humor, una absurda manera de contemplar lo cotidiano y un desparpajo que acaban siendo desternillantes, jocosos y, finalmente, enternecedores. Alucino siempre con este director: usa lo monosilábico para profundizar de una manera que parece trivial y acaba siendo hondísima en su sobresaliente candidez.

Y luego está la melancolía kaurismäkiana: a mí contemplarla en sus historias me agranda el corazón con ternuras y finezas varias. Y me alegra la vida observar y descubrir cualquiera de sus “aparentes” desérticas películas. Es Kaurismäki un maestro “moderno”, quizá “posmoderno” quedaría mejor decir en este hoy al que tanto le gusta imponer palabrejas rimbombantes.

 

CALIFICACIÓN: 10 (rotundo)

 

 

“LOS ASESINOS DE LA LUNA” (EE.UU., 2023), de Martin Scorsese

 

¿Se puede negar la maestría de uno de los grandes cineastas de la historia? No seré yo quien lo haga. Scorsese me ha regalado momentos cinéfilos morrocotudos y sempiternos, de esos que hacen cinéfilos incluso a los más analfabetos funcionales. Tiene películas memorables e inolvidables, hitos del cine incuestionables.

Pero Scorsese lleva años que no termina de convencerme del todo; lleva varias películas en las que logra sacarme de mis casillas. Películas que parecen clásicos (y lo serán, por supuesto), pero que no son redondas desde mi humilde opinión. Y que, además, se convierten en películas de metrajes eternos con lo que mi paciencia y mis aguantes quedan siempre enloquecidos y hasta hastiados.

Tres horas y media dura esta última. Mi paciencia ha llegado al límite con ella. De verdad, con pena y de corazón lo digo: me ha parecido una película extenuante por repetitiva y cansina. Tiene varias (muchas) secuencias que son un calco de otras anteriores y que no aportan nada a la trama principal ni a las tramas secundarias. Y, además, tiene unos personajes dentro que me ha costado creer no sólo por sus contradicciones (que esto lo puedo entender, porque quién no las tiene), sino porque no me cuadran sus actitudes según sus inteligencias. El personaje femenino principal, por ejemplo: nos la describen como una mujer de inteligencia y sensibilidad supinas y, sin embargo, la acaban manipulando por todos lados, incluso el memo de un marido del que no logro entender que una inteligencia así se haya enamorado. Y ya que hablamos del personaje de Leonardo DiCaprio, me sale una pregunta: ¿este tipo de qué va? La película no logra explicármelo bien para que yo comprenda sus comportamientos: ¿es un imbécil, es malo del copón, un paria, un cretino, un diablo disfrazado de majadero? No soporto a este personaje (y eso que lo interpreta un actor descomunal).

 

Bueno, a ver, hablemos de lo que hay de bueno en esta película: es puro cine clásico americano, de ese monumental que nos trajo el pasado (tipo grandiosas producciones de los poderosos estudios en la época dorada de Hollywood); es un western raro porque parece ir a contracorriente; tiene escenas prodigiosas en planificación, ajustes y resultados finales; es una película hermosa a ratos por su manera de retratar la épica; hechizan y desconciertan o aturden las circunstancias narradas o el retrato veraz de lo sucedido en una parte de la historia más vergonzosa de los EE.UU.; es una película coral bien construida con buenos personajes y actores dándolo todo; hay cuidado en las formas; una dirección soberbia y se nota su ambición técnica. Y, como regalo estratosférico, dentro está la actriz (para mí desconocida hasta ahora) Lily  Gladstone (que es, con diferencia, lo más magistral de esta película descafeinada).

Sin embargo, todos esos logros anteriores no me regalan una película memorable de las que me gusta volver a ver pasado un tiempo. ¿Por qué? Porque hay tramos donde me he aburrido hasta el bostezo absoluto; porque le sobra más de una hora de metraje por culpa de escenas repetitivas o demasiado parsimoniosas; porque noto que la historia no me la cuentan completa; porque De Niro (un actor al que he admirado) vuelve a hacer el ridículo con esa expresión de boca con mueca perpetua; y, sobre todo, porque la película se supone que me está contando una historia brutal y no logra conmoverme en ningún instante. En este sentido, para mí es una película fallida y decepcionante; una obra que se ahoga en su propia grandiosidad pues se despista en rebuscar en los detalles y pierde el hilo en múltiples escenas clonadas. Veo una película desigual, con cero capacidad de síntesis. Y todo esto consigue mis bostezos y que yo acabe sintiendo que no me he prendado ni encariñado de algo que tenía todas las papeleteas para alcanzarlo.

 

CALIFICACIÓN: 7,5

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