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DOS PELÍCULAS DE ROY ANDERSSON

  • salva-robles
  • 13 ago 2021
  • 2 Min. de lectura

UNA PALOMA SE POSÓ EN UNA RAMA A REFLEXIONAR SOBRE LA EXISTENCIA” (Suecia, 2014), de Roy Andersson


¿La vida es absurda? Sí. ¿Los seres humanos decimos y vivimos cosas banales? Sí. ¿Somos extravagantes? Pues claro. TODOS.

Roy Andersson se encarga de recordárnoslo. Usa para ello un estilo del que mi memoria cinéfila puede extraer algunas referencias variadísimas y, en principio, disímiles: Tati (y su humor sensorial), Fellini (y su manierismo), Buñuel (y su surrealismo), Bergman (y su existencialismo), Kaurismaki (y su desasosiego). Todos en uno. Resultado: un cineasta ÚNICO, especial, maravilloso.

Es una película sorprendente en planteamiento fílmico. Sus planos secuencias (donde la cámara no se mueve) parecen viñetas estáticas y, sin embargo, todo acaba agitándose en significados y meditaciones sobre la vida y el ser humano. Pero también sorprenden sus personajes (payasos tristes todos), tan disparatados como cómicos, y en esa comedia aparece el puñetazo: Roy Andersson nos habla de lo absurdo, del sinsentido, del mundo absorto y extrañado en el que sobrevivimos. Y lo hace con un humor (muy nórdico) infantilizado, minimizado, elemental y cargado (finalmente) de una ternura demoledora.

Y detrás de todo eso, surge un cine BELLO y RARO que actúa de espejo deformante y cruel (porque la ternura también puede ser desalmada) de la realidad. Es un cine tan radicalmente DIFERENTE que hay que verlo para entenderlo y creérselo. Este director ya no se me escapa.


SOBRE LO INFINITO” (Suecia, 2019), de Roy Andersson


El cine de este director tan particular me sigue perturbando y esta vez vuelve a dejarme noqueado. Construida de nuevo a base de sketches que parecen videoarte o axiomas visuales, las escenas se suceden en encuadres perfectos en sus profundidades y llenos de detalles. No hay un cine igual en estos momentos.

Andersson es el gran existencialista actual. Sus personajes transitan (es un decir, porque con frecuencia no se mueven o sólo lo hacen a través de pequeñísimos gestos) por las escenas arrastrando sus miserias (esas paradojas cotidianas que nos alienan). Así, la condición humana queda atrapada en un rectángulo (la pantalla) en el que cabe todo. Y la mirada del espectador puede recrearse el tiempo que quiera en los planos-secuencias mientras esta se empapa del vacío, de la soledad, de la tristeza, de lo absurdo…, pero, aunque el resultado es un retrato devastador, no hay crueldad ni es gratuito su pesimismo. De hecho, a veces es el humor hiperrealista el que logra la empatía y el distanciamiento y el que consigue no sólo chispazos de ingenio, sino de ternura salvadora.

Es cine hipnótico. Para minorías (imagino). Cine afanoso en ambiciones, pero humilde en su huida consciente de la grandilocuencia. Ver una película de Andersson es como entrar en la ligereza y en la melancolía de los silencios.



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