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DOS PELÍCULAS EXTRAÑAS (finalmente hermosas)



“HANNAH” (Italia, 2017), de Andrea Pallaoro


Seca como un desierto, fría como el agua congelada. Ni una sola nota musical en toda la película. Minimalismo protagónico de una cámara sempiternamente detrás de una mujer (casi como único personaje), a la que retrata en su más imperiosa intimidad en secuencias largas, para acabar haciendo uno de los retratos psicológicos más desoladores (en el cine reciente) de una mujer condenada socialmente por los actos cometidos por su marido que paga con la cárcel sus delitos.

La eficacia de este tono narrativo (de difícil digestión, pero finalmente poderoso y muy enérgico en su sólo aparente insensibilidad) debía contar para ser efectivo con la presencia de una actriz capaz de lograr con el hieratismo de su rostro toda esa profundidad que el espectador debe percibir detrás. Y Charlotte Rampling nos regala a los espectadores (que nos sentimos incapaces de apartar la mirada de todas y cada una de sus bellísimas arrugas) una de esas interpretaciones antológicas que nunca se van a olvidar.


“BURNING” (Corea del Sur, 2018), de Lee Chang-Dong


El universo literario de Haruki Murakami se traslada a la pantalla de manera insuperable. El guion se basa en un relato del escritor japonés (concretamente: “Quemar graneros”, que aparece en el libro titulado “EL ELEFANTE DESAPARECE”, libro que leí hace un tiempo con incondicional complacencia), pero su traslado a la pantalla por parte del director coreano Chang-Dong sublima el relato y contagia la película de todo el universo murakamiano en general. La única pega de la película (un hándicap importante) es su duración: los excesivos 150 minutos pueden echar para atrás a cualquiera. No es mi caso: he estado esas dos horas y media subyugado frente a la pantalla, que me ofrecía una sucesión de imágenes, un ritmo y unas tonalidades de una belleza extraña y enigmática. También hay un clima de tensión (narrado con calma fría que logra una intensidad asombrosa) que va subiendo a medida que la historia transcurre y que te engancha de una forma inteligente pues adopta una representación de thriller bastante extraña, en la que el desconcierto se convierte en el principal protagonista. Hay, además, un retrato existencial muy clarividente de la juventud de hoy (no sólo la oriental), una disección de los meandros del corazón (cuando su dueño no sabe enunciar lo que siente) y un panorama moral oscuro en el que priman esas turbaciones incontrolables como son los celos, las ofuscaciones ciegas y la venganza por culpa del amor.

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