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DOS PELÍCULAS MUY DECENTES, INCLUSO BUENAS



 

Dos películas que me han agitado mucho. Sin trampas en eso de emocionar. Yendo al grano y siendo valientes sin cortarse un pelo en eso de mostrar nuestros interiores más descarnados, oscuros o ambiguos cuando la vida nos pone la zancadilla.

 

“MÁS QUE NUNCA” (Francia, 2022), de Emily Atef

 

La protagonista, una mujer joven de 33 años, descubre que tiene una enfermedad extraña en los pulmones sobre la que no hay muchas posibilidades de curación. Este es el punto de partida de una película que, lejos de manipular al espectador, le regala respuestas sobre cuestiones en las que solemos mirar para otro lado. Es valiente en su osadía cuando presenta una agudísima reflexión sobre la muerte y nuestro derecho a decidir un camino, aunque este sea pesimista. Es también una apuesta artística extraña que decide ir al grano de las cuestiones y, sin embargo, nunca deja de ser conmovedora (sin usar jamás la maniobra mentirosa y chapucera o empalagosa). La sinceridad de esta película está pidiéndole al espectador que ponga conciencia en la verdad y que, de paso, recapacite (y hasta especule) sobre el tema tabú de la muerte. Y tiene dentro una interpretación descomunal de una de las grandes actrices del momento: la siempre maravillosa Vicky Krieps.

 

“LOVE LIFE” (Japón, 2022), de Kôji Fukada

 

Me ha atrapado su tempo interno, esa manera tan del cine de Rohmer de presentar las historias (las vidas cotidianas) de sus personajes de manera pausada, sin prisas (y sin pausas, claro), con diálogos sencillos y repletos, sin embargo, de calado y profundidad. Y, de paso, nos regala una penetrante y emocionante reflexión sobre la vida, sobre la vida de verdad, la que sufrimos y sentimos a diario, sin moralinas y yendo al razonamiento y a la sensatez. Melodrama profundo y sin estridencias que buceen en la manipulación y eso que, de golpe, te da un bofetón de los que el espectador no se espera. Y un melodrama que bucea con inteligencia, con suave agudeza y comprensión, sobre cómo vivir después del dolor visceral. Es una película delicadísima que sabe cómo meter la cámara dentro de las emociones de una serie de personajes intercomunicados y en los que todos arrastran sus propias batallas íntimas. Y donde lo absurdo, muchas veces, es el motor desde donde debe arrancar todo para poder seguir respirando encima de la vida no siempre amable y tantas veces cruel.

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