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"EL ACUSADO" (Francia, 2021), de Yvan Attal




La verdad es relativa. Aceptémoslo. Y este es el gran tema que la estupenda película se encarga de (de)mostrar. Hay una frase dentro de ella para enmarcar y que pronuncia el abogado defensor: “Aquí no hay una verdad, sino dos percepciones del mismo hecho”.

Con una narración clásica, sin alaracas estilísticas o retorcimientos fímicos plagados de moderneces vacuas, la película nos regala un planteamiento y un nudo excepcionales, y un final que podría pecar de demagógico en algún tramo, pero que es necesario en este caso o así lo creo yo. Esta estructura escrupulosa de thriller judicial es pertinente y necesaria, pero nunca se posiciona hacia ningún lado. No obstante, sí que toma la actitud ética debida y exige al espectador que medite sobre algo fundamental: la responsabilidad y el compromiso del veredicto. Qué difícil ser juez o jurado: cómo se hace justicia dejando a un lado los prejuicios de cada uno de nosotros. Aquí, la película se hace gigante y hermosa, además de necesaria y pertinente. Es un puñetazo constante a nuestros prejuicios, porque sacude con maestría nuestras razones y nuestros conocimientos. Nos sitúa, para que tomemos conciencia de que no son lo mismo, en esa línea peligrosa que separa lo inmoral de lo ilegal. Y más que debatir, aquí se nos demanda que reflexionemos. Magistral cómo lo consigue: con transparencia e imparcialidad. Su frialdad expositiva, tan calculada como eficaz, es una feroz paliza a la psique del espectador.

En la película se describen las aristas legales, las contradicciones de los seres humanos, las escapatorias por las que rebuscan los abogados para defender a sus clientes, los múltiples matices que hay que tener en cuenta en un hecho concreto. Y, pese a todo eso que se escudriña, la película nunca nos cuenta la verdad. No es eso lo que quiere hacer y lo logra con destreza y un tsunami de arte a espuertas. Aquí se trata de que el espectador se coloque en la posición de jurado y recapacite. ¿Sobre qué? Sobre muchas cosas, pero, sobre todo, sobre el consentimiento. ¿Qué es sí y qué es no? Y cuidado, como dice el padre del chico acusado: “El consentimiento está lleno de grises” (frase pronunciada por un mujeriego del que se nos ha descrito antes su último idilio con una becaria, pero esto no le quita razón a lo que dice). Chapeau. Bravo. Maravilloso.

Es una película apegada al aquí y ahora, que aprovecha la actualidad con estupendísimo don de la oportunidad y lo hace con oficio, veracidad y un torrente de inteligencia al mostrar ante esa realidad la duda sobre ella.

Para mí, una de las grandes (y mejores) películas del año. De esas obras de obligado visionado para todo el mundo.

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