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"EL ASESINO" (EE.UU., 2023), de David Fincher



Que Fincher es uno de los grandes directores actuales de cine, creo que nadie lo pone en duda. Es uno de esos cineastas con sello propio y que se percibe en la perfección con la que diseña todas y cada una de las secuencias de sus películas. Es un maestro del ritmo y un mago de las atmósferas. Rueda de manera impecable, monta los hechos con precisión de maestro de orfebrería y su puesta en escena tiene una implacabilidad (repleta de ferocidad visual) que roza casi siempre la contundencia en un oficio que domina como pocos.

Todo eso está, se percibe y se ve en “EL ASESINO”, que por momentos parece que roza (quizá no sólo lo roza) el homenaje a aquella joya de Jean-Pierre Melville titulada “EL SILENCIO DE UN HOMBRE” (Francia, 1967), sobre todo en la primera parte de la película donde vemos al protagonista (un asesino a sueldo meticuloso hasta la extenuación) moverse según su propio programa establecido. Hay en ese inicio de la película de Fincher un modo narrativo que es pura magia, de tan exacto, escrupuloso y detallista (con los espacios y el tiempo en concordia deliciosa), de tan pulcro en esa ficción (casi mental) que las imágenes regalan al espectador, que permanece ante la pantalla subyugado, atento y permanentemente inquieto mientras escucha la voz en off de Michael Fassbender, que nos regala un personajazo y una interpretación deslumbrante, precisa, luminosa y bastante ambigua. El resto de la película no baja nunca el ritmo, no deja nunca de ser una espectacular lección de cine.

Sin embargo, es una película sin chispa. Al director se le ha olvidado ponerle alma a la historia, que es, finalmente, algo que ya nos han contado múltiples veces (la historia de una venganza). Es verdad que en el cine están inventadas ya todas las historias y que los argumentos originales son difíciles de encontrar. Pero si me vas a contar algo que ya hemos visto antes (muchas veces, además), hay que meter alguna cosa en la película que la haga diferente, que la haga inolvidable, que la haga única. Y esto, por desgracia, no aparece jamás en las dos horas de metraje. Así que el espectador que soy, la ve enganchado, pero no enamorado. La veo entregado y subyugado por la perfección de la técnica, pero no caigo rendido porque no me han seducido esas finuras metodológicas de director perfeccionista y dotado. Ya se las conocía al director y ya no me sorprenden; de hecho, las espero (con ganas). No obstante, el cine imperecedero debe regalarnos otra cosa que no sé cómo llamar, pero que tiene mucho que ver con el encantamiento. Y este filme, como diría Boyero (aiiinnns, otra vez Boyero entre mis obsesiones, vaya por Dios) no me ha embelesado. Y conste: la película es puro entretenimiento y, además, entretenimiento del bueno. Pero esta vez esa diversión es recreo y esparcimiento, aunque sin fascinación.

CALIFICACIÓN: 7,25

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