Os pongo en mi blog unas reseñitas de 4 películas de uno de los directores más incómodos del cine actual. Lo llaman "el Michael Haneke mexicano" y se llama Michel Franco. Y, aunque este tipo de etiquetas puedan ser muy injustas, sí que nos dice muy claramente por dónde tira el cine de este autor. Son películas estas cuatro que rozan o alcanzan el notable. Todas tienen algo dentro extraño y perturbador que crea sensaciones molestas y chocantes en el espectador. A mí me han producido enojo en el sentido de que me incomodan porque tienen dentro situaciones que quizá no quiero ver de mí. Y esto es el cine de Franco: puñetazos por doquier.
“LAS HIJAS DE ABRIL” (México, 2017), de Michel Franco
Desgarrador psicodrama de mujeres que son mostradas sin ser juzgadas: le toca al espectador tomar partido. No es una película tan redonda como “DESPUÉS DE LUCÍA” -una joya de este mismo director-, pero sigue habiendo una crudeza valiente en mostrar a unos personajes (sobre todo el que interpreta la estupendísima Emma Suárez, que lo borda) un pelín pasados de rosca (aunque, pensémoslo siempre, la realidad supere siempre a la ficción).
Pese a que los giros que va tomando la trama puedan parecer inverosímiles -y quizá esto haga tomar distancia al espectador en sentido negativo-, Michel Franco juega a ser el Michael Haneke mexicano y su frialdad aparente está llena de aristas que se clavan con fuerza en las retinas del espectador.
La película es una visión sobre la maternidad tan demoledora como espeluznante. Y es una apuesta artística que genera más preguntas que respuestas. Me quedo, también, con su postura estilística, que enmarca todo bajo una inteligente reflexión sobre nuestra condición como seres humanos.
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"NUEVO ORDEN" (México, 2020), de Michel Franco
Hay dentro de esta película algo que da mucho miedo, un miedo real. Aunque cuente una distopía, todo lo que sucede dentro de ella uno lo percibe como cercano, más viable de lo que nos gustaría sentir y pensar. Su guion nos recuerda eso que venimos sintiendo desde hace años y es que esta sociedad que hemos creado y permitido va a reventar por algún lado. Y Michel Franco, en su película más redonda hasta la fecha, nos da un puñetazo disfrazado, pero puñetazo en toda regla y nos lo da en nuestras conciencias. Pero no, no abriremos los ojos y seguiremos permitiendo y provocando lo de dirigirnos hacia esa distopía que ya no lo será en cuanto suceda. Y la película nos pone el dedo en la llaga y nos dice: asumamos esta mierda.
Los primeros 45 minutos son un prodigio de ritmo, de planificación situacional y de descripción de un mundo concreto y de personajes. Una película endiablada en eso de radiografiar un ambiente y de establecer con sutileza las grandes diferencias entre los ricos y los pobres y de los privilegios que gozan los primeros. Es alucinante cómo muestra, con una sencillez tan lúcida, el poderío que ostentan unos pocos. Enseguida el espectador entiende la parábola política que hay detrás de esta obra de calado emocional difícilmente soportable en su segunda mitad.
Luego viene una segunda parte dura, directa, pero también menos lograda porque al director se le olvida avanzar en el trazado de los personajes poderosos y el dibujo de los pobres y su rebelión están mostrados con demasiados clichés. Aún así, la película sigue sucediendo enfangada (en el buen sentido) en una parábola distópica que va de sorpresa en sorpresa y de zarpazo en zarpazo en su rudeza violenta y en su temática demoledora. Se palpa la angustia, el desconcierto y el miedo generados por el retrato veraz de hasta dónde puede llegar la brutalidad del ser humano.
Y luego está ese final. Uf. La revolución se muestra con implacable cinismo. Nada es lo que parece y, sin embargo, resulta ser lo que igual nos merecemos por nuestra ceguera permisiva y tolerante o por nuestra desidia e inmovilismo.
Película puñetazo. Así me gusta llamar a las obras que nos obligan a subir a un cuadrilátero de boxeo para que recibamos hostias a tutiplén. Tan apocalíptica como factible, esta historia espanta y nos amordaza nuestros estados de ánimo. Lo mejor de ella es su ritmo logradísimo, su lectura pertinente y necesaria y sus ganas de provocar. Quizá este sea, hoy por hoy, el único camino del arte para despertar remordimientos, éticas, reflexiones y discernimiento.
No es una película redonda ni perfecta. Pero sí es una obra de notabilísimo calado. E insisto: valiente e imperiosa. BRAVO.
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"SUNDOWN" (México, 2021), de Michel Franco
Una película incómoda que habla de violencia contemporánea y de nuestras decisiones supuestamente incorrectas. En el fondo, un retrato de nuestros vacíos más profundos. Inquieta y remueve. Y sorprende su apuesta en apariencia banal, aunque valiente en la radiografía de un personaje principal tan opaco e impenetrable y, por eso mismo, tan interesante. Dura poquito y uno la ve subyugado por esa extrañeza existencial que va empapando cada una de las escenas. Gran y enigmático Tim Roth.
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“MEMORY” (México, 2023), de Michel Franco
Esto es una bellísima historia de amor. Pero esta historia de amor la cuenta un director al que le gusta incomodar y el espectador se va a encontrar una “comedia romántica” tapizada por su reverso: un melodrama repleto de capas que molestan para que esa historia tenga muchos contratiempos que igual son irresolubles. Hay quizá exceso de miseria o traumas entre esos dos seres que se encuentran por casualidad. Y la parte de la madre de la protagonista no está bien resuelta porque se excede en lo “culebronero” y le resta credibilidad a la película (no porque lo que narra no suceda en la realidad -que, por desgracia, sucede-, sino porque la forma elegida para contarlo no creo que esté bien resuelta). Y eso que se nota al director intentando mostrarnos todo con cierta mesura y mucha cautela, porque sabe que tiene entre manos algo que se le podría haber escapado y esto nunca ocurre ya que la película discurre siempre discreta, pero cargada de significados profundos.
Así que lo mejor de “MEMORY” es cómo destroza los paradigmas de este tipo de historias y se convierte en una trama muy humana llena de momentos maravillosos que rebosan ternura y solidaridad humanas. Y lo otro mejor es contemplar a dos actores maravillosos muy compenetrados y entregados a regalarnos verdad y emociones sinceras. Da gusto verlos y te emocionan en esos impulsos letales en los que el director los sitúa.
Es de esas películas que te llegan como calladas, sin hacer mucho ruido mediático y que, si te despistas, te podrías perder y, de verdad, que merece la pena verla y conmoverse o turbarse con los dos personajes excelentes que nos muestra, más allá de ciertas escenas (pocas) pasadas de almíbar.
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