“EL CUARTO DE GIOVANNI”, de James Baldwin
AÑO: 1956
PÁGINAS: 179
GÉNERO: novela
En 1956, un joven de 32 años, negro y gay, se atreve a escribir una novela que narra la historia de dos hombres blancos homosexuales. Claro, esta publicación fue un escándalo. Yo, como lector, me he topado con una obra escrita con maestría singular, pues dentro de ella hay una prosa valiente que rezuma, a raudales, variadas emociones, principalmente las que tienen que ver con la furia y la ternura, que no parecen compatibles y resulta que aquí dentro sí lo son.
Comprendo perfectamente a todos los personajes, incluso a los que se les podría juzgar por su egoísmo y falta de arrojo y esfuerzo. El escritor utiliza el recurso del afecto y la comprensión hacia todos ellos y, de paso, nos muestra lo que una sociedad retraída, acomplejada y miedosa puede hacer con los seres humanos que sienten lo que se supone que está prohibido no se sabe por qué leyes universales y que aparcan a los “diferentes”, a los que no se les deja ser lo que su verdadera naturaleza les dicta.
La novela no necesita la demagogia ni los clichés para radiografiar y criticar lo que pretende. La prosa honesta de Baldwin muestra el estado latente de unas circunstancias que por sí mismas son despiadadas, intensas e injustas. Los personajes sobreviven en una trama que se retroalimenta de temas como el aislamiento social, los conflictos de masculinidad, la bisexualidad o el desarraigo de los expatriados que buscan en el extranjero otra vida posible. En el fondo, y quizá porque una lectura moderna en el siglo XXI lo permita de alguna otra forma, la novela habla de lo que sucede cuando el miedo te impide amar a alguien. Un miedo que aquí dentro se muestra como esa emoción básica que nos sucede para protegernos frente a una amenaza y, como se sabe según la psicología, el miedo provoca variadas reacciones, entre ellas la parálisis o la huida. Y en esa emoción se mueven los protagonistas, sobre todo el narrador en primera persona, un personaje redondo, maravillosamente desnudado en su propia voz que narra los hechos sucedidos desde un presente a punto de cambiarlo todo y para mal, pues la tragedia se intuye desde el primer párrafo, como ya hizo posteriormente el narrador de Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez.
Hay en esta novela una denuncia como muy confidencial y soterrada sobre algo sexual/moral que la narrativa no se ha atrevido a plantear desde una perspectiva no condenatoria. De hecho, a mí sólo se me ocurre, así a bote pronto, la novela Maurice, de E. M. Forster, escrita en 1914 y no publicada hasta 1971. La grandeza de Baldwin (más allá de esa prosa exquisita y profunda sin que apenas se le note), quizá también su audacia y valor, es situar la trama en el París existencialista y, de paso, soltarle una bofetada a la supremacía norteamericana y también a la Vieja Europa. En un espacio post Segunda Guerra Mundial dominado por Sartre o André Gide, de pronto, un escritor negro se atreve a desafiar al sistema y a la supremacía blanca con una novela que habla, en el fondo y principalmente, de cómo toda una sociedad (aparente y establecida en el disfraz de la hipocresía y el fingimiento) se puede cargar la idea del amor mismo. Y con una novela que se pone a debatir sobre qué es ser un hombre y a qué debe comprometerse consigo mismo en el siglo XX. Sin duda alguna, una excelente y conmovedora novela muy adelantada a su tiempo.
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