AÑO DE PUBLICACIÓN: 1993 (editado por primera vez en España en marzo de 2016)
PÁGINAS: 344
GÉNERO: relatos
Llevo mucho tiempo preguntándome por qué me gusta tanto Murakami. Cuando me lo han preguntado otros, sé que he dado respuestas que se perdían en divagaciones o en evasivas. Porque nunca me he respondido a mí mismo con consciencia a esa pregunta. Y al leer este libro (leer es un decir: lo he devorado en dos días) he tenido la necesidad de responderme.
Todos los murakamianos sabemos que en este autor hay dos vertientes: la realista (esa que hasta podría llamarla “costumbrista” –nunca en el sentido decimonónico o sí, ¿por qué no?–) y la hiperrealista (claramente onírica y hasta surrealista). En las 17 historias de este libro ambas inclinaciones narrativas aparecen dispersas por algunos relatos o, incluso, solapadas en muchos. En ambas vertientes disfruto.
La imaginación, el humor, la ironía o la hiperrealidad de las invenciones de Murakami me atrapan, me divierten, me asustan, me inquietan y conectan con esa extrañeza que siento cuando recuerdo algún sueño (o pesadilla a veces) en el que nada tiene lógica o yo no se la encuentro en principio.
Cuando Murakami se decanta por ser la reencarnación posmoderna de los escritores realistas del siglo XIX (para mí no es ni ninguna tontería afirmar esto), aún me gusta mucho más: la radiografía tan certera, nítida y demoledora que hace del ser humano ante la inmensa soledad que le rodea por culpa de un mundo (el de hoy) frío, devastador e inexplicable, a mí me marea y hasta me causa vértigo. Y el miedo que me produce es infinito. Su matemático y hasta obsceno (por indudable y demoledor) retrato de la clase media japonesa (que se hace universal, aunque el escritor nos diseccione al hombre surgido de la cultura oriental) es portentoso. Y como el enfermo de voyeurismo que soy, me declaro fan perpetuo de esos personajes que se mueven como pez en el agua (es decir, más perdidos que Robinson en su isla) en los apartamentos en los que residen, mientras preparan con parsimonia y mimo las comidas que engullen escuchando buena música (qué selecto es en este terreno el señor Murakami), o mirando pasar la vida entre relaciones sexuales asépticas, diálogos que callan más de lo que dicen o participando en circunstancias cotidianas inesperadas o predecibles, pero siempre, siempre, siempre… INQUIETANTES.
Así son los relatos de este libro y así es para mí (y por eso ME GUSTA) Haruki Murakami.
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