"EL GRAN ENSUEÑO", de Celso Castro
- salva-robles
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“EL GRAN ENSUEÑO”, de Celso Castro
AÑO: 2025
PÁGINAS: 363
GÉNERO: novela
Entrar en el universo narrativo de Celso Castro y pretender, además, hablar de él es una tarea harto complicada por variadas razones. Una de ellas es que uno sabe que en su intento se va a quedar corto, que no le va a hacer justicia a un autor tan gigante y cuya literatura es siempre un reto para el lector. Y otra razón más: es tal la intensidad de su prosa (por lo que tiene de desafío hacia la tradición narrativa y hacia la tradición sintáctica, pero también por lo que tiene de intensidad temática), que uno acaba sus libros embriagado, agradecido por tanta cosa que ve dentro de sus novelas, y absolutamente impresionado por los caminos que recorren sus historias siempre apegadas a esos subterráneos que habitan en nuestras conciencias y en nuestros recuerdos. Así que cómo explicar adecuada y justamente la subjetiva experiencia lectora que tengo con este autor gallego. Voy a intentarlo, pero ya digo que me voy a quedar corto.
En “EL GRAN ENSUEÑO” vuelve la idiosincrasia celsocastreña: regresa ese narrador inmaduro en primera persona que irá evidenciando a través de un monólogo febril y turbador una especie de educación sentimental que lo convertirá (o no) en el adulto experimentado (o, al menos, ejercitado y algo curtido) en eso que llamamos supervivencia. También está la familia, la institución repleta de amputaciones que, para bien pero sobre todo para mal, ejecuta en los vástagos una condena sobrecargada de determinismo por culpa de la indeleble cadena de causas-consecuencias. Aquí vamos a añadir un complejo edípico metaforizado en la estampa de un vestido materno y en un padre donjuanesco y castrador. Está asimismo el humor, esa socarronería irónica tan de su autor que ya es como marca de la casa, que empapa las páginas de la novela para embadurnarla de mala uva, de sarcasmo y hasta parodia en eso de desnudar al ser humano en todas sus más ridículas interioridades. Y está, por último, pero no menos importante, el tema del amor, que en los personajes de Celso Castro es un sentimiento en constante conflicto, un amor empeñado en la enajenación y la locura, un amor que se luce cuanto más se equivoca, mientras se regodea en patrones destructivos que los amantes se empeñan en confeccionar una y otra vez, enfrascados en una ilusión que es más mental que real. El amor se vive en las novelas de este escritor como un tsunami esperpéntico, una enajenación mental tan enfermiza como grotesca y, sin embargo, la ternura (en mitad de un campo minado por lo satírico) estalla cada dos por tres sin cortarse un pelo. Hay en el escritor un atrevimiento loable, pues se arroja por varios despeñaderos con sus personajes y logra salir ileso ya que tira de discernimiento y compasión para dibujar criaturas que rebosan rabiosa y contundente humanidad.
Celso Castro es una rara avis en la narrativa contemporánea. Quizá habría ya que decir de él que es esa gran joya tapada de la novela española. Igual es porque él lo quiere así o igual es porque el mercado literario de aquí adolece no sólo de ceguera, sino que, además, está incapacitado por culpa del analfabetismo funcional que asola por todas partes, pero sobre todo en los ámbitos sociales y artísticos. Léanlo, no se corten, buceen en sus libros y conózcanlo como merece. Hay que hacer un esfuerzo, es verdad que no es autor para un lector cualquiera, aunque esto no quiere decir que sea difícil leerlo. No es así, entrar en su modus operandi es una aventura muy satisfactoria y regalada por diferente y porque saca al lector de sus zonas de confort en esa manera que tiene de desestructurar la sintaxis para convertir la frase en enunciado roto con aliento lírico y fragancia docta y cultivada. En sus capas más superficiales, el lector se topa con una historia secular de esencia clásica, pero a medida que se van pasando las páginas, se descubren por debajo sedimentos eruditos que son puro desafío y virtuoso regocijo. Y me dejo para el final lo que más me gusta de la literatura de Celso Castro: esa cualidad que tiene a la hora de indagar en los enredos emocionales. El bisturí del escritor penetra para extraer autopsias de nuestra memoria que ni la conciencia es capaz de verbalizar. Por eso sus novelas exudan SIEMPRE atmósferas etéreas y al mismo tiempo subversivas y jocosas, una mixtura de Woody Allen a la gallega, “Amanece que no es poco” y metafísica que reflexiona sobre nuestra esencia como seres humanos en mitad del vasto universo.
Cada vez que leo a este señor de las letras me pregunto: ¿qué diablos es esto? Y aplaudo, lo juro, al acabar de leer sus libros.
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